El año perdido de Muguruza
Garbiñe Muguruza festeja este lunes su 25 cumpleaños, en radical contraste con su celebración de los 24. Hace un año soplaba las velas aupada al número uno del mundo, tras una fructífera temporada 2017 en la que había conquistado Wimbledon, igual que en 2016 había ganado Roland Garros. Llevaba tres campañas consecutivas jugando una final del Grand Slam y clasificándose para las WTA Finals. A su dulce edad, sólo le faltaba pulir su irregularidad para encaramarse a un trono que busca reina ante la lógica decadencia de Serena Williams, que sigue guerrera, pero no es la que era. Todo ha cambiado en un solo año. Garbiñe celebra su 25 aniversario en el número 13 del ranking mundial, en la 16ª plaza de la Carrera WTA (la clasificación anual) y fuera del Masters de Singapur. El retroceso ha sido tremendo.
A los 25 años no se puede dar por acabada a una deportista, pero hay motivos para la preocupación. Desde Roland Garros no ha jugado más de tres partidos en ningún torneo. Allí alcanzó la semifinal, que fue su mejor escalón en un Grand Slam. En los tres restantes sucumbió en segunda ronda: en Australia, ante Su Wei Hsieh, número 88; en Wimbledon, ante Van Uytvanck, la 47; y en el US Open, ante Muchova, la 202. Muy lejos de su tenis. Por el contrario, sí frecuenta portadas de revistas, anuncios, programas de televisión, redes sociales y hasta la vimos en los Oscars. En la lista Forbes de agosto figuraba como la cuarta deportista. Por ahí no le va mal, aunque eso también se acaba si no hay resultados deportivos. Todo lo que es, le viene del tenis. Muguruza rebosa clase, pero resulta obvio que necesita un cambio urgente.