Rubiales e Infantino en la Moncloa
Rubiales se apuntó un tanto ayer al reunir en la Moncloa a Pedro Sánchez e Infantino, encuentro del que salió (ya veremos con qué alcance), la posibilidad de que España organice la Eurocopa del 28 o, mejor aún, el Mundial del 30. A Pedro Sánchez, recién sufrido el apuro del máster de la ministra Carmen Montón, le habrá venido de perlas. Fútbol es fútbol, y una foto con el papa del balón acompañada de esa posibilidad de tener un gran campeonato es un relámpago de optimismo. De momento lo que hay no es más que un tanteo en una charla, pero España tiene dimensión como país e historial suficientes como para soñar con que esto pueda cuajar.
España organizó una fase final de Eurocopa y otra del Mundial. La de Eurocopa data de 1964, y entonces era otra cosa: una final a cuatro, nada que ver con lo de ahora, cuando ya participan 24 equipos. La ganamos, por cierto, con el gol de Marcelino ante la URSS. Mundial tuvimos el de 1982, cuando el célebre Naranjito. Dejó una nota alta en organización, pero fue un fracaso deportivo y dejó mal sabor de boca en toda una generación. Entusiasma más, claro, la posibilidad del Mundial, que además podría hacerse conjuntamente con Portugal y Marruecos, en lo que sería un positivo y necesario abrazo entre el Sur de Europa y el Norte de África.
Hay rivales, claro. En 2030 se cumple el centenario del Mundial. El primero se jugó en Uruguay, y se cocina desde hace tiempo la idea de repetirlo allí, a medias con Argentina y Paraguay. Pero esa idea España-Marruecos-Portugal suena bien, por su puro valor como convivencia entre mundos demasiado distintos para lo próximos que están. Ya resultó bien, como miniensayo, la final de Supercopa en Tánger. Gran Bretaña está también interesada. Fácil no va a ser ni una cosa ni otra, pero ahora que estamos enciscados con el partido de Miami, que me parece que ni el propio Rubiales sabe por dónde coger, bueno es levantar la mirada.