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De Wembley a Elche cargados de brío

Elche recibe feliz este segundo partido de la Liga de Naciones, al que llegamos con estupendo espíritu y aire de cola. Ganamos en Wembley, el equipo se movió con un brío ofensivo que hizo olvidar la pesadilla del partido contra Rusia en Moscú, con aquellos más de mil pases para algún (no me acuerdo) tiro a portería. Aquello colmó la paciencia de la afición, parte de la cual nunca admitió el tiqui-taca salvo a desgana, cuando se ganaba con la fórmula. Aquel hartazgo, incubado durante tiempo y acrecentado por el mal humor que produjo el episodio Florentino-Lopetegui-Rubiales-Hierro, provocó una desazón extrema.

De ese punto arranca Luis Enrique. Eso le favorece y la victoria en Wembley empuja el regreso del péndulo. Mirado más en detalle, España llevaba 24 partidos sin perder (se fue del Mundial sin derrota) y otros tantos marcando al menos un gol. (Ya son veinticinco, tras lo de Wembley). Pero lo que se agradeció de verdad en Londres fue el aire alegre del ataque, ese afán nuevo para buscar la portería contraria, que identificamos en el ir y venir de Saúl y su afición al remate. A cambio, faltó seguridad, empaque defensivo, por pérdidas evitables en el medio campo y por un aire como sobrado y calmo en las intervenciones defensivas.

Esto último fue visible sobre todo en el fallido 2-2, en el que Welbeck se llevó por delante a Busquets, Sergio Ramos y De Gea, de los que el árbitro se apiadó. Pero no siempre va a ser así. Igual que se agradeció la tensión arriba para no dormirnos con el balón en los pies, se echó en falta atrás, donde cada cual debe saber que aparte de soltura en el manejo del balón para inciar jugada, que a estos niveles ‘se le supone’ a cualquier defensa, como el valor al soldado, hace falta severidad extrema en los casos de emergencia. Fue en eso en lo que Wembley dejó dudas. Croacia, subcampeona del mundo, nos viene de perillas para resolverlas.