Nuestras futbolistas merecen volar en primera
Más allá del resultado del partido de ayer (tanto más extraordinario si pensamos que Alemania multiplica por veinticinco nuestro número de fichas), esta quinta final europea consecutiva de las chicas Sub-19 confirma que nuestro fútbol femenino ya merece volar en primera clase, y espero que me entiendan la imagen, exenta de malicia. El propio Barça enmendó su error, en el que seguro que no volverá a incurrir. Las chicas futboleras españolas se están abriendo el camino, piqueta en mano, y es hora de que les vayamos apartando los obstáculos (el principal, la indiferencia) que levantamos a su paso.
Por cierto, la Sub-17 ha sido cuatro veces campeona de Europa y otras tantas subcampeona en lo que va de siglo, de modo que no estamos ante el éxito de una o dos promociones, sino ante una emergencia sostenida. Me gusta. Me gusta por dos motivos: porque me gusta el fútbol y por lo que su conquista de este espacio supone en la lucha por la igualdad. Hay muchas más practicantes de otros deportes, particularmente del baloncesto, y bienvenidas sean todas, pero su asalto cada vez más feliz al fútbol, deporte tantos años tenido como espacio de aislamiento del macho, tiene un valor simbólico innegable.
Como siempre que escribo de este tema, deploro que no esté el Madrid. No sé por qué Florentino se encastilla en una actitud retardataria hasta lo mezquino. El Barça de chicas cuesta 3,5 millones de euros; el Atleti, menos de la mitad. Un club capaz de perder dinerales en casos tan chuscos como el de Lucas Silva o Coentrao, o en arriesgar lo que valen diez años de toda LaLiga femenina en proyectos de jugador, bien podría invertir en la mujer, tanto en fútbol como en baloncesto. Sería en la práctica poco más que cero en gasto para el club, pero un cero a la derecha para el deporte femenino.