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Mes de julio, mes del Tour. Y París

El Tour rinde viaje hoy en París, con su tradicional exhibición por los Campos Elíseos. París se muestra en toda su belleza, como se ha mostrado Francia a lo largo de estas tres semanas de julio, el mes más bello del año. Gran invento el Tour. Invento comercial, por cierto, de Henri Desgrange, mitad periodista mitad organizador, que no encontraba en la revista ‘Le Vélo’ lugar para anunciar las carreras de su velódromo, porque el propietario de la misma tenía el suyo propio. Por eso creó L’Auto-Vélo, (pronto L’Auto a secas), antecedente de L’Équipe, y para darle fuste inventó el desafío, entonces demencial, de dar la vuelta a Francia en bicicleta.

Y ahí seguimos. Francia honra esta prueba, a pesar de tantísimos años sin ganarla (ya son 33, la vida de Cristo o de Alejandro Magno). Se echa a las cunetas para aplaudir a sus héroes y para, en algún caso, reprobar a los sospechosos. Este año el sospechoso era Froome, que ha entregado la corona a un compañero de equipo, el galés Geraint Thomas. El Sky pretendió que Froome ganara la contrarreloj de ayer y visiblemente paró a Thomas, pero finalmente la etapa fue para Dumoulin en una especie de aplicación del VAR al ciclismo. Yo me alegré. No me gustan los abusos del Sky, que maneja un presupuesto bestial. El doble que el Movistar, sin ir más lejos.

Pero el Tour resiste al Sky, a la ausencia de campeón francés... Incluso resistió al dóping, que va remitiendo. Es, entre más cosas, un depósito de memoria colectiva. Viendo la cabalgada del viernes por los Pirineos me remonté a los años de Bahamontes y Julio Jiménez. Viendo el descenso a tumba abierta de Roglic noté cómo de valorado está un simple peldaño del podio del Tour. Sufriendo con Sagan (tres veces campeón del mundo, el mejor pagado del pelotón) sentí cuánto quería completar la carrera y obtener su sexto ‘maillot’ verde. Tres etapas han sido el programa más visto del día este mes en España. Eso es el Tour. Gracias, Desgrange.