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La inflación del mercado de futbolistas

Hace un verano, el PSG pagó 222 millones por Neymar, y el Barça replicó pagando 145 por Dembélé y 165 por Coutinho. Neymar, al menos, era pieza única, el presunto heredero del Balón de Oro, al menos así se le veía entonces. Dembélé y Coutinho eran, y son aún, proyectos de futuro. Al primero no le hemos visto en el Mundial, al segundo sí, y bastante bien, pero tampoco ha sido un trueno. Y el Liverpool llegó a la final de Champions a pesar de su baja. Estos dos casos, Coutinho y Dembélé, son los que para mí inflacionaron el mercado, más incluso que el de Neymar, dada la condición extraordinaria que se le reconocía a este, algo averiada tras el Mundial.

No traigo esto aquí para culpar de nada al Barça, que no hizo sino lo que hubieran hecho muchos otros en su caso para salvar la cara. Lo comento porque eso explica los precios que ahora se piden. El razonamiento es: si Dembélé costó tanto, yo no vendo a Fulano por menos de cuanto. El Fulano y en cuánto pongan por ejemplo Hazard y 200 millones. A cada puerta a la que un club grande llega, le reciben con una petición ‘escala Coutinho-Dembélé’. Con eso está chocando el Madrid, que a su vez ha contribuido a empujar la inflación por abajo, pagando millonadas por dos apuntes de futbolistas, Vinicius y Rodrygo, que ya veremos si rompen en Robinho o en Neymar.

La paradoja es que esta hiperinflación del precio del futbolista contrasta con lo ocurrido en el Mundial. Apenas hemos visto jugadores de peso decisivo. Grandes cosas de Mbappé, a ratos, Hazard, Griezmannn, nuestro viejo conocido Modric... La lista no es larga. Ha sido un Mundial resuelto por esfuerzos colectivos, por balón parado, por tandas de penaltis. No hay nada que justifique este salto de los precios más que el brinco tremendo del verano pasado, provocado por la inyección de dinero qatarí al Barça y sus prisas por gastarlo. Ahora se pide mucho por poco, de ahí que el mercado se mueva poco y algunos entrenadores, Mou y Guardiola entre otros, se quejen.