Godot, el gregario de la soledad
Marc, el gregario de la novela de Jorge Zepeda Patterson, define muy bien su oficio: “Mi oficio es no ganar”. Esa escritura veloz que Jorge ha ensayado para otros thrillers le sirve para contar qué pasa en el deporte en el que la soledad de muchos se hace la victoria de uno solo. Ese Marc que nació “para no ganar” tiene un antecedente muy ilustre entre los héroes tristes del ciclismo, Godot, el último del pelotón que le dio su nombre a Samuel Beckett para la obra de teatro más importante de la literatura dramática de la modernidad europea, ‘Esperando a Godot’.
Beckett era un devoto del Tour. A él le gustaba esperar hasta que pasara el último del pelotón. Le gustaba la heroicidad del esfuerzo inútil, simbólico de la generosidad del gregario. Y un día del Tour de la posguerra, en uno de los pueblos franceses, observó que el público seguía esperando después de que pasaran todos los miembros del pelotón. “¿Qué hacen?”, preguntó el escritor irlandés. Le respondieron: “Esperamos a Godot”.
De ahí nació ‘Esperando a Godot’. La inspiración de Rivera Patterson no es distinta: el ciclismo es aventura de solitarios esforzados que rinden sus armas a favor de un héroe. Jorge, gran narrador, ha hecho del grueso del pelotón, de los compañeros infatigables de Godot cuyo oficio es no ganar, el verdadero héroe de las vueltas ciclistas.