Degenerando del tiqui-taca al gili-taca

El tiqui-taca no era eso. No eran 1.174 pases para conseguir un autogol. Con mucho menos, Rusia sacó un penalti y nos empató. El tiqui-taca era un modelo de posesión en el campo contrario, pase veloz entre unos y otros, balón fuerte, bien tocado, haciendo mover a la defensa contraria hasta ver la rendija y entonces meter el balón por ahí. Estaba basado en el buen pie de los practicantes, pero también en su atención para provocar huecos y aprovecharlos. Y con disposición para recuperar cada pérdida, con presión colectiva. Y vuelta a empezar. No era lo que hemos visto ahora: pasear el balón como si fuera un perrito (que no hace pis).

¿Cómo ha degenerado esto? Primero, porque se fue Xavi, secreto de la fórmula. Luego, porque Iniesta y Silva han envejecido. El derrumbe de este último en Rusia ha sido una sorpresa casi tan desagradable como la de De Gea. Se ha quedado solo Isco, que sin socios ha manejado el balón de aquí para allá, en una incesante condena de Sísifo. A Hierro, entrenador sobrevenido, le ha faltado coraje para cambiar de caballo en mitad del río, y se puede entender. España salió del pozo con un modelo, Lopetegui lo estaba recuperando desde el mismo modelo. A Hierro se le ha caído de las manos. Pero, ¿podía reinventar el equipo en una semana?

Ha sido un Mundial muy desagradable para España. Empezó con la OPA hostil de Florentino, cuyo canto de sirena cautivó a Lopetegui. Siguió con la reacción drástica de Rubiales. Y en la peor hora falló el portero, con un estrépito desconocido en mundiales anteriores. Y Silva no compareció. Y a Iniesta le pesaron los años. La confianza se fue resintiendo en un grupo que un día tuvo como líderes a Casillas, Puyol y Xavi, y ahora tiene a Ramos y Piqué y, claro, no es lo mismo. Ha sido un hundimiento clamoroso, con la permanente vía de agua de la portería, pero sin capacidad del grupo para achicar. En fin, volvamos los ojos a Brasil.