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El Mundial no nos echará de menos...

Los penaltis nos echan de un Mundial del que, a fuer de sinceros, no nos van a echar muy en falta. España no ha jugado bien ningún partido. Pero no deja de ser cierto que ayer la cosa podría haber acabado mejor. El equipo ganduleó durante ochenta minutos, como picados todos, salvo Isco, por la mosca tsé-tsé. Pero luego, a partir de la entrada de Iago Aspas, el equipo espabiló. Y en la prórroga, cuando se vio acompañado por Rodrigo, más aún. Compensó en parte su pereza previa, pero entonces, con una Rusia fatigadísima porque había corrido más que nosotros, el meta Akinfeev se creció y paró mucho. Él llevó a su equipo a los penaltis. Y paró dos.

El caso es que España marcó primero: un buen saque de falta de Asensio al segundo palo, donde Sergio Ramos luchó con Ignasievich, que desatendió al balón, se aplicó a derribarle y se metió él mismo el balón en la portería. Sergio Ramos se envolvió en la Marcha Triunfal de Aída para celebrar un gol que no había metido, en un acto de reivindicación que me pareció desaforado. Lo malo es que España creyó que con eso era bastante y sesteó. Rusia empató con una mano evitable de Piqué, penalti que Dzyuba transformó. Luego, el sesteo, largo sesteo, hasta que Iago Aspas, con la ilusión del novillero, activó al grupo. Él y la necesidad.

Rusia celebró llegar a los penaltis. Con esa moral marcó los cuatro y su portero paró dos. No tuvieron ni que tirar el quinto. Lástima que el último fallo recayera en Aspas, con Isco la cara más digna del equipo en este triste deambular por Rusia. Y algo más: es difícil eliminar al de casa. Esto no lo ha cambiado el VAR. Kuipers nos pitó un penalti justo, el de la mano de Piqué, pero fue menos severo con el agarrón a Ramos. Cuestión de ‘interpretación’, en la que no entra el VAR. Para eliminar al de casa hay que hacer más méritos que para eliminar a cualquier otro, porque en caso de duda el árbitro no quiere equivocarse como no conviene.