LA DORMILONA

Juan Martín Díaz ha vuelto

Tras estar lesionado todo un año ha logrado regresar a una final World Padel Tour junto a Paquito Navarro demostrando ser competitivo.

Javier Cebollada

El Rey ha vuelto. No sabemos cuánto durará. Será poco, mucho o intermitente, pero ha regresado. Juan Martín Díaz ha retornado a donde nunca debió irse, al máximo nivel competitivo del World Padel Tour, y lo ha hecho en el Zaragoza Open de la mano de Paquito Navarro.

Y es que es de justicia hablar de él aunque no logró la victoria. Sufrió, sonrió, se emocionó por momentos y acabó cayendo en la final ante Maxi Sánchez y Sanyo Gutiérrez, pero se llevó un triunfo personal más importante si cabe: vuelve a ser competitivo.

Porque existían dudas, muchas, en torno a su figura. Su regreso a las pistas de World Padel tras estar parado un año por lesión generaba incertidumbre y escepticismo a partes iguales. Se sabía que podía volver, que nunca dejaría de tener ese halo tan mágico como único que le acompaña, pero existía una gran equis a despejar sobre su capacidad de competir con las parejas de mayor nivel.

Y esa fue la primera gran piedra de toque en Barcelona. La prueba que abría el año enfrentó al de Mar del Plata y a Paquito Navarro contra Matías Díaz y Alejandro Galán en cuartos de final y el resultado fue simplemente avasallador. Por sensaciones y resultado. Nada pudieron hacer ante el vendaval que se les presentó delante y, con ello, fueron muchos los que vieron el declive inicial de la pareja más admirada.

La gran mayoría de críticas se centraron en el nivel de Juan, inferior al que exigía aquel partido. Sin reparar en el cómo y cuánto había costado llegar hasta ahí, se juzgó su figura sobre la pista obviando que, aunque no sea un atenuante, jugaba lastrado por la lesión que le había impedido siquiera tocar una pala durante un año natural. Quizá no física, pero sí psicológicamente.

Pasó lo mismo en Alicante, Mejoraron los resultados, pero no las críticas. Las redes sociales se llenaron de juicios de valor sobre su papel en los momentos claves de los partidos y su estado físico, que no su talento, casi se dio por finiquitado. Como si la memoria en el pádel tuviera que ser efímera y necesitara fagocitarse para generar una realidad mejor.

Zaragoza, punto de inflexión

Y con todo, en silencio, llegó Zaragoza. Sin haber alzado la voz, sin haber demandado más cariño del mostrado y sin haber dejado de lado el camino que está recorriendo, Juan Martín Díaz dio un paso adelante. Demostró que podía ser competitivo. Le ayudó, es de justicia reconocer, un Paquito Navarro cuya adaptación a un rol más defensivo, regular y sacrificado merece un capítulo aparte del que alguien debería hablar.

Con el paso de apenas tres pruebas demostraba que no solo está para los highlights de Youtube. De ser barrido por Galán y Díaz en Barcelona a ser capaz de dejarlos por el camino en semifinales para alcanzar, ahora sí, una final después de más de años de sequía. Resultados que quizá son incluso menos evidentes que su mejoría en el veinte por diez.

Firme, ágil, mágico y solvente. Errático, arriesgado, convulso y efervescente. En defensa y en ataque. Tan fallón en lo sencillo como especial en lo arriesgado. Idéntico a todo aquello que siempre fue Juan Martín Díaz. Pero con 40 años en su haber. Sufridor e impaciente en la defensa. Imprudente y temerario en las transiciones. Único y mágico en la red.

Porque lo más valioso que sale de Zaragoza es que ha recuperado el nivel competitivo. No se puede ni se debe exigir más. No venció, pero si convenció. No volvió a levantar un trofeo, pero se reafirmó a sí mismo que todo había valido la pena. Con la naturalidad que dan las cosas bien hechas. No durará para siempre, pero ha vuelto Juan Martin. Ha vuelto el Rey.