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Que este Mundial le haga bien a Rusia

El Mundial de Rusia empieza hoy, con el sorteo. Ya veremos qué nos depara. De momento, viene precedido de hechos extraordinarios. Su propia designación, en 2010, a la par del de Qatar, desencadenó una brusca sacudida contra la FIFA, en la forma de una irrupción del FBI en su sacrosanto espacio. Ya saben lo que salió de eso: detenciones, la caída de Blatter, una renovación de los mandos. Todo al modo del capitán Louis Renault en Casablanca, cuando clausuró en el Rick’s Café al grito de: “¡Qué escándalo! ¡Aquí se juega!”. Pero el Mundial de Rusia no se había concedido en condiciones menos escrupulosas que los anteriores.

Cayó Blatter, pero no se le pudo quitar el Mundial a Rusia. Y a él vamos, con este sorteo a cinco bajo cero en un país que se ha puesto, valga la broma ‘en plan soviético’. Putin trata de reconstruir el poderío de la vieja URSS y en eso entra todo: desde tomar Crimea y enredar en Ucrania a amparar un dóping de estado multidisciplinar o hacerse con este Mundial que ahora empieza. Blatter, una vez fuera, contó que su plan era Rusia en 2018 y Estados Unidos en 2022, pero que se le cruzó Sarkozy apoyando a Qatar para 2022 y eso le alteró el plan. Blatter mantenía cinco naranjas en el aire, pero le quitaron una y se le cayeron todas.

Por fortuna, no estamos en los tiempos de la guerra fría, que tantos quebraderos de cabeza dieron al COI. Ahora hay otro agente, China, y ya las cosas no van tan a cara o cruz. Así que aquello acabó en un cambio lampedusiano, Infantino por Blatter, y patada para adelante. Hoy Moscú es la capital del fútbol. Yo espero un sorteo benévolo para España (no estamos cómodos en el segundo bombo, podemos ser carne de un eventual ‘grupo de la muerte’) y que el fútbol, con la fuerza benéfica que le atribuyo, sirva para que Rusia se impregne de dos buenos criterios de sus vecinos europeos: que el dóping es un desastre y la homosexualidad no lo es.