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Míchel, en el lugar donde estuvo Valdano

El Madrid llega a Málaga necesitando al menos un punto, para el caso muy probable de que el Barça le gane al Eibar. Por supuesto, parece fácil. El Madrid marca siempre, gana casi siempre, tiene en la mejor forma posible a casi todos sus titulares y está pletórico de moral. Y encima, piensan muchos, al rival le entrena un madridista de pro, Míchel, el más apasionado madridista de todos los de su brillante Quinta. Tanta pasión por el Madrid le hizo cometer un error por despecho, cuando se fue del campo porque le silbaban y dijo aquello de que convenía dejar de ganar alguna Liga. Ahora, se sabe, su deseo sería entrenar algún día al Madrid.

Y las circunstancias le sitúan como enemigo ocasional, como parte del último obstáculo entre el Madrid y esa Liga que tanto desea porque pocas ha ganado últimamente. No debe preocuparse. Por ahí pasó Valdano, hasta dos ligas le quitó al Madrid y aun así después lo entrenó y fue su director general, ambas cosas con éxito. Inteligente como pocos y con esa facilidad para utilizar el lenguaje que le caracteriza, él mismo se abrió la puerta cuando dijo: "Espero poder devolverle algún día al Madrid todo lo que le he quitado". El Madrid necesita ganadores. Valdano ganó aquellos partidos. Míchel necesita ganar este.

Otra cosa es que lo consiga. Con frecuencia tendemos a sobreestimar el papel del entrenador a un solo partido. El entrenador se nota en trazo largo, o al menos medio. La mano de Míchel se ha notado mucho en este tiempo. Por primera vez en el curso, el Málaga está disfrutando el fútbol. Sandro ha roto en grande y muchos otros han mejorado. Hasta ahí llega la tarea de Míchel. De ocho en adelante, el asunto queda en manos de los jugadores. Míchel ocupa el foco de la curiosidad, como en su día Valdano, pero el partido no lo controlará tanto su mente ni la de Zidane como las botas de sus futbolistas. Los Isco, Sandro, Cristiano...