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Cuando decimos básquet decimos cesto

El vocablo “baloncesto” es un calco del inglés “basketball”, y ha servido durante decenios para nombrar el deporte de la canasta mediante los propios recursos de nuestro idioma.

En Hispanoamérica ese término español convive con las adaptaciones gráficas “basquetbol” y “básquetbol”. Una y otra se percibieron como rarezas aquí, así como el acortamiento “basket”, término que sí anidó en el catalán (escrito “bàsquet”) como anglicismo de ese idioma.

Pero cada vez se ve más en los periódicos la palabra inglesa —escrita con grafía hispana: “básquet”—, en una singular regresión: cuando el castellano ya había aportado un equivalente, reaparece ahora el término anglosajón para destronar al inventado por nuestros abuelos o bisabuelos.

Los partidarios de usar el barbarismo en los periódicos alegarán una vez más que su menguada presencia facilita el encaje de los titulares. Y así, escriben “básquet” en vez de “baloncesto”, pero al mismo tiempo le colocan alrededor palabras innecesarias. Por ejemplo, allá donde se escribió “La selección femenina de basket debuta en Río tumbando a la campeona de Europa” (14 palabras, 78 caracteres), se puede escribir “El baloncesto femenino español debuta en Río tumbando a la campeona europea” (12 palabras, 75 caracteres; y además se añade que se trata del equipo español).

Como tantas veces, la pereza periodística ha tenido consecuencias en el Diccionario, y la Academia ya ha incorporado la entrada “básquet” (escrita así), de donde remite a “baloncesto”, en la que sitúa la definición (lo cual significa que prefiere esta última). Por su parte, el Libro de estilo de El País rechaza la opción anglicada, en favor de “baloncesto”, “salvo que forme parte de un nombre propio”.

Pero nos pongamos como nos pongamos, cuando un anglohablante dice “basketball” está diciendo “baloncesto”. Y cuando dice “basket”, está diciendo “cesto”. Y nosotros también. Así, si alguien escribe “España, medalla de bronce en básquet” está diciendo “España, medalla de bronce en cesto”.

Puestos a abreviar también, en vez de “baloncesto” podríamos escribir en español precisamente “cesto”, pero muchos alegarán que eso sonaría fatal. ¿Y por qué sonaría fatal una palabra que no le ha hecho daño a nadie? Por lo de siempre: porque si algo se expresa con la forma procedente del inglés, nos suena mejor que si lo empleamos en español. Quizás eso se deba a nuestro histórico complejo de inferioridad. Los deportistas españoles ya rompieron con él hace mucho, pero tal vez los periodistas no.