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La Undécima costó más que ninguna...

La Undécima pasará a la historia como la más sufrida de todas las que ha ganado el Madrid, ese club impar que saca fuerzas de no se sabe dónde cuando ya no le quedan. Fue, de nuevo, un final cruel para el Atlético, que le opuso al Madrid unas dificultades enormes, pero que se estrelló en momentos decisivos. El gol de Sergio Ramos fue mal concedido, Griezmann falló un penalti en la segunda mitad, Juanfran estrelló en un palo el cuarto de la tanda. Luego, Cristiano, con la serenidad de los grandes, marcó el quinto. El fútbol es un juego de instantes, y en los más determinantes la cara fue para el Madrid.

Fue una gran final, no por su juego, sino por la emoción. El Madrid salió muy bien, motivadísimo, quizá cansado de tantos elogios como se han escuchado del Atlético últimamente, de su intensidad, su solidaridad, la dificultad de sus rivales en este campeonato, que contrastaba con la suerte del Madrid en los bombos. Quizá ese estado de opinión (la queja se la he escuchado a muchos madridistas estos días) fue acicate para el Madrid, que salió muy bien. Mucho mejor que el Atlético. Y fruto de eso fue su primer gol, aunque llegado por vía indirecta. Poco antes Oblak había salvado uno.

Pero luego el Madrid fue a menos y el Atlético a más. En realidad, el mejor del Madrid fue Casemiro, en su ordenado y esforzado trabajo de corte. Lo suyo fue más eficaz que lo que pudieron poner los artistas de la compañía. En la segunda mitad, el Madrid llegó a ser desbordado por el Atlético, que jugó a ratos muy bien. El Madrid malogró algún contraataque, encajó un gol que merecía y sufrió. Pero, cuando se le veía agotado, con varios jugadores acalambrados, supo rescatar de su historia un fondo de orgullo para equilibrar las cosas en la prórroga, e incluso acabar mejor que su rival.