De la camiseta de Arda a la antítesis del victimismo

José Miguélez
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La anécdota corrió por una de las muchas sobremesas que alrededor de la final se han organizado en estos días de angustiante espera. Di María se lo contó a un ex jugador del Madrid que hoy goza de reputación como comentarista. Ocurrió en Lisboa, en el antecedente que persigue esta cita de Milán. Últimos segundos del partido: Xabi mira a su izquierda y ve a Arda Turán ajustándose una camiseta con la leyenda de campeones para saltar al campo a la que el árbitro pite el final; gira de nuevo la cabeza hacia el juego y justo en ese instante Sergio Ramos conecta el remate que cambia drásticamente el desenlace de la Champions. Y Di María añade que luego, en las celebraciones por la Décima, los ganadores se recrearon a carcajadas una y otra vez con la precipitación ceniza del turco.

Verídico el episodio o malintencionada cizaña artificial, Arda ya no está entre los finalistas. Pero sobre todo, el Atlético no se entretiene en esoterismos, sortilegios y fatalidades. Ya no. Hace tiempo. Por eso entre otras cosas está ahí otra vez, tan sólo dos mayos después de la tragedia. Exactamente en el mismo sitio y tras escalarlo por su cara más difícil, tras tumbar al Barça y al Bayern. En otros tiempos, perder una final de manera tan dramática como la de Lisboa lo habría sepultado como equipo y como institución. Ya ocurrió. Pero ahora no. El secreto del nuevo Atlético es que las derrotas no le dejan secuelas irreversibles. Y los contratiempos de los partidos, ante los que no hace tanto se arrodillaban, especialmente contra el vecino, no le dejan ni rasguños. Es la era del nunca dejes de creer y los imposibles no existen. El sello de Simeone. La antítesis del victimismo. El Atlético no busca excusas, ni se refugia en ellas aunque aparezcan. Sólo persigue soluciones. Compite y compite. Y no se baja nunca del objetivo. Y hoy es ganar al fin la Copa de Europa.

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