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El éxito de un técnico inteligente

La gran virtud de Zidane ha sido la de trasladar su aplomo futbolístico a las decisiones de banquillo. Con esta sabiduría de campo consiguió de inmediato la empatía del vestuario, exactamente lo que nunca logró Rafa Benítez. A partir de ahí, los jugadores metieron el turbo, relajaron tensiones y aceptaron con complicidad las decisiones del francés. Algunas de ellas idénticas a las que tomó su predecesor en su camino a la cruz, pero Zizou las supo vestir con una hábil mano izquierda, apoyado en esa autoridad implícita que desprende quien no hace mucho fue un futbolista imponente.

A la vez, el mensaje de Zidane para todos, futbolistas y aficionados, ha sido claro, sensato y cargado de modestia. Muchas de sus decisiones tácticas erróneas han pasado de puntillas debido a la sinceridad con las que siempre aceptó su responsabilidad. Sin estridencias, sin crispar el ambiente. Zidane ha sido muy inteligente en estos cuatro meses largos, evitando cualquier presunción, aceptando su condición de debutante y, a la vez, exigiendo a su equipo la excelencia. Por eso opta a la Liga y está en la final de la Champions.