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Appiah y Keshi, excepciones en Brasil

Me encanta ver a Appiah en el banquillo de los Black Stars de Ghana. Él y Keshi, de Nigeria, son los únicos entrenadores africanos en el Mundial. Y esto no debía ser un dato anecdótico de los que ofrecen pie y espacio para elaborar un reportaje que mezcle lo étnico con lo exótico. Porque a pesar de que las cámaras no le enfocan con la misma reverencia que a Van Gaal o a Del Bosque, Appiah es un excelente entrenador. Un tipo que sabe de qué material están hechos sus pupilos. Lo demuestra el juego serio, rápido, físico y correoso de esa mezcla de veteranos y noveles que tan buena actuación cuajaron ante los alemanes. Ocurre que Appiah, para bien o para mal, no nació en Oporto ni en Frankfurt o en París. Y, claro, eso no vende para la biografía de un seleccionador nacional. Y, si no, que se lo digan a tantas selecciones africanas que, cada vez que tienen que afrontar cualquier compromiso internacional, sus directivos recorren Europa como locos hasta dar con algún capataz con el título de entrenador para ponerle al frente de sus selecciones nacionales. Y no es una moda reciente. No. Qué va. En las últimas Copas de África que tuve el honor de cubrir para el Diario AS, resultaba difícil encontrar una sola selección cuyo técnico fuera angoleño, yoruba, benga, hausa o peul. Todos eran rostros pálidos, unos serbios, otros alemanes y, los más, franceses, a los que sólo conocían sus familiares a la hora del almuerzo, y que habían recalado en África porque en Europa nadie se atrevería a contratarlos.