El verano ha quedado para vender camisetas y hacer eventos

El verano ha quedado para vender camisetas y hacer eventos

Giras promocionales. Las pretemporadas de los equipos de fútbol han dejado de ser una época para preparar el curso para convertirse indefectiblemente en lo más parecido a la visita de un viajante a su cliente. Al más puro estilo de Berlanga, Sazatornil se ha convertido en un equipo de fútbol que en vez de ir a cacerías con el Caudillo para vender porteros automáticos, rinde pleitesía a los dueños del cotarro. Es decir, los árabes, las teles americanas y los mercados asiáticos.

Añoranza. No hace mucho tiempo, las pretemporadas llevaban a los equipos a concentrarse quince días en Suiza, Holanda, Austria o la Vall d’Aran (el Espanyol aún lo hace, aunque comienza a dar síntomas de nefasta globalización) y después jugaban unos magníficos torneos que animaban el verano en Cádiz, La Coruña, Huelva, Palma de Mallorca, Barcelona o Madrid.

El mercado manda. Ahora, alguien ha dicho que el verano es tiempo para vender camisetas, hacer clinics con muchos niños, fotos en el Paseo de la Fama o con Magic, arreglar el problema palestino, hacer eventos (palabra que antes significaba otra cosa); golear a unos incautos que no jugarían ni en Tercera y si hay tiempo, de paso, entrenarse.

Animación americana. En esas pretemporadas tan ibéricas de torneos de dos días con dos partidos por día, cena en la grada y fiesta en la playa, los equipos brasileños, uruguayos y argentinos eran los grandes animadores del verano. Llegaban a España a jugar el Colombino como si fuera la misma Libertadores y daban una cera que ni te cuento. La tánganas veraniegas entre españoles y el cuadro sudamericano de turno eran una tradición tan estival como la sangría. ¡Qué tiempos!

Mou resiste. Ahora, la pretemporada se divide entre partidos anodinos que se solventan por más de seis goles de diferencia ante rivales decrépitos, pero sonrientes. O bien, partidos entre iguales que no ponen toda la carne en el asador y se resguardan con suplentes y ensayos. Pero en este páramo de inanición, ha aparecido José Mourinho, que es único para embarrar hasta una sesión de yoga. El portugués nunca falla. Para él, el torneo de la galleta es a vida o muerte. Y más si es ante alguno de sus ex. En el fondo, es un nostálgico.

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