Faubert en lugar de Valencia y las cosas de la autocracia

Hasta hace un par de décadas, si no más, la figura del entrenador era, en general, el Espíritu Santo del fútbol. No sólo dirigía. Fichaba, organizaba, mandaba en la cantera, planificaba desde viajes a pretemporadas, era psicólogo, preparador físico y, a veces, se creía hasta el médico. Todo pasaba por sus manos. Para bien o para mal. Hasta que los clubes, en su camino hacia la profesionalización máxima, acotaron sus tareas para poner especialistas en cada apartado. Sobre todo lo hicieron aquellos que vivieron amargas experiencias con la dictadura de un patriarca. Antes, a la hora de confeccionar el equipo, los gustos del técnico iban a misa. Para que éste no tuviera excusas al ejecutar su estilo de juego y por el desconocimiento del mercado de la mayoría de los directivos. El cambio de mentalidad surgió cuando los presidentes vieron las consecuencias de su confianza ciega. Por un lado, no se enteraban de las cifras (ni qué decir de las comisiones). Por otro, permanecían en la sombra sin ser tan conocidos y, por ende, sin poder abrir las nuevas vías de negocio que dan la fama y la autoridad. Y, lo peor, se desesperaban cuando al prescindir un día del técnico al que habían entregado su proyecto, algunos de sus fichajes se convertían en verdaderas cargas. Quizás por eso nació la figura del secretario técnico o la del director deportivo. Un cargo de confianza del mandamás con una función prioritaria y mil acepciones. Un nexo entre la presidencia y el vestuario cuya misión principal era y es gestionar las altas y bajas atendiendo al bien presente y futuro de una entidad, y no a los caprichos a corto y medio plazo de un entrenador. Ya saben: si alguien se va, el proyecto continúa.



Así se han reinventado muchos de los clubes en la actualidad. Formando grandes grupos de trabajo (Monchi en Sevilla) y, por contra, también es cierto, matrimonios insoportables (en Zaragoza más de uno). Sin embargo, aún quedan reductos de entidades que se sienten más cómodas gestionadas con los beneficios y los defectos del antiguo régimen. El de la autocracia. Dos de ellos se miden en unas horas en Old Trafford. Y ambos, Madrid y United, protagonizaron su último 'enfrentamiento' hace bien poco en el que dieron muestras de esta forma de trabajar de la que les hablo. El vicio de no saber delegar. El Real Madrid, tras épocas más y menos gloriosas con su aseada división de poderes, le entregó desesperado el mando a cada entrenador desde el mismo día en que el Barça comenzó su último reinado. Urgía la reacción. El fin justificaba los medios. Y tanto lo pagó que ahora que los títulos refuerzan las teorías de Mourinho, su último guía, el club ya no se sonroja por vivir a merced de un empleado, sino que se enorgullece y presume del pluriempleo del portugués. Lo del Manchester United, por su parte, tiene un origen distinto. No ha vuelto al pasado porque, en lo que a estructura deportiva se refiere, jamás salió de él. Sir Alex Ferguson lleva de cacique desde hace casi treinta años con más poder del que puede aglutinar. Nadie discute su jerarquía. Ni se atrevan a hacerlo, por favor.

FergusonyMourinho

Real Madrid y Manchester chocaron en la Navidad de 2008. El equipo blanco estaba presidido a esas alturas por Vicente Boluda tras los líos de Calderón, y tenía entonces a Juande Ramos en el banquillo. Como es normal, quiso reforzarse para reestructurar el desaguisado de Schuster (fuera en la Copa y quinto en la Liga) e intentar el asalto a la Décima como tabla de salvación. Entonces, el secretario técnico de turno, Miguel Ángel Portugal, se lanzó a fichar por consenso a Luis Antonio Valencia en el Rastro de invierno. El extremo ecuatoriano, hoy en el Manchester y en aquellos días estrella del Wigan, era el objetivo número uno. Portugal habló varias veces con el futbolista gracias a un intermediario español que opera en la Premier. Siempre con la aprobación de Juande Ramos, enamorado de sus condiciones tras haberse enfrentado a él con el Tottenham. Portugal viajó a Londres de inmediato el 28 de enero para pelear una cesión bien pagada. El fichaje estaba al caer. Todo era euforia. Sólo faltaba que se diera el siguiente paso estratégico: que el internacional forzara su salida ya que su club sólo quería una venta por 18 millones de euros. La negociación, estando a punto de caramelo, comenzó a torcerse sin descanso. Hasta el punto que la estrella empezó a dar largas horas antes de la quedada decisiva en un hotel y finalmente se pronunció para decir que no ficharía por el Madrid. Con el cierre del mercado a la vuelta de la esquina. Una pesadilla que se sumaba al marrón de no poder inscribir a Lass o Huntelaar para la Champions. Nadie entendía ya nada en el Bernabéu. Pero ahora todo recobra su sentido.

Se dijo que el Manchester ofrecía más dinero por Valencia. Y es cierto. Aunque hubo mucho más de lo que se sabe poco (y manipulado). Alex Ferguson había hablado en privado con Valencia para darle una exclusiva decisiva. Y le vino a decir algo así: "Quiero ficharte para el United con el objetivo de que seas el nuevo Ronaldo. Cristiano se va a ir al Madrid muy pronto y tú serás aquí la estrella. No te vayas porque allí no vas a tener hueco. Sólo eres una opción para estos pocos meses de temporada. Por eso desean una cesión y no una compra". Valencia dudó. Hasta que, cuentan sus allegados a los que uno tiene acceso, el jugador vio cómo Cristiano tenía ya una especie de precontrato con el Madrid que luego acabó de rematar Florentino Pérez. Portugal, sin saber lo que ocurría en esos momentos, llamó alarmado a su superior para informar del contratiempo y, ya de paso, para diseñar el plan B porque se agotaba el tiempo. Juande dejó claro que necesitaba algo de más peso que Palanca para medirse al Liverpool. Aunque luego, en los medios, decía que adoraba a la cantera.

JuandeyPortugal

Sin embargo, en el Madrid todos se pusieron muy nerviosos y se esforzaban más en repartir culpas al perder a un supuesto crack que en pensar alternativas. Así que Boluda entró en escena y tiró por la calle de en medio: se puso en manos de Juande Ramos cegado por su buena racha de resultados. Así que lo que él dijera estaría bien. El técnico llamó a Portugal a su hotel de Londres al día siguiente del chasco. Justo antes de que regresara a Madrid. Y le preguntó si conocía a un tal Faubert. "Sí, claro que lo conozco", respondió, ya que Portugal vigiló durante muchos años las categorías inferiores a nivel internacional y él había jugado con las de Francia. "Es potente y va bien al espacio pero le cuesta más con el balón. Le faltan recursos", informó. Boluda también le preguntó después. Y la respuesta fue la misma pero ampliada: "Me preocupa su adaptación y su respuesta a tanta exigencia. Prefiero a otros antes que él como Barnetta, del Leverkusen (internacional suizo, ahora en el Schalke)". Aun así, Juande se animó con su propuesta. El director deportivo que había conocido en el Tottenham, Damian Comoli, le animó a tirarse al monte. Aprovechando que Portugal seguía en Londres, el club le ordenó que cerrara su cesión procedente del West Ham por 1,5 millones y, además, que atará una opción de compra por seis 'kilos'. Dicho y hecho. Faubert, recuerden sin llorar, llegó como revulsivo, tuvo un rendimiento pésimo y, claro, no jugó en la decisiva eliminatoria de Champions. Portugal cargó con la culpa eterna mientras que Juande se desligó hábilmente como el responsable del negocio y Boluda, como mecenas.

Ahora, cuatro años después, Portugal vive una nueva aventura en Bolivia. Y, sí, aún soporta el injusto cartel del hombre que fichó a Faubert. Siempre le preguntan. El extremo francés pasó por Turquía (Elazigspor) y ahora sobrevive en el Girondins tras salir escopetado del Madrid con varios kilos de más y las burlas de media Europa. Juande vivió un 2-6 ante el Barça que le dilapidó. Se fue al CSKA y ahora dirige al Dnipro en Ucrania. Boluda apadrinó la noche del "chorreo" sin, por supuesto, ejercer después la opción de compra por Faubert. Ferguson aún no ha reconocido que los más de 20 millones de euros que mandó gastar por Valencia no han tenido la recompensa esperada. Y Valencia, el origen de todo, no ha sido el megacrack que debía suplir a Cristiano a pesar de haber hecho buenos partidos. Por ello, en este Manchester-Madrid, no tiene asegurada la titularidad. Eso, a nivel personal. Institucionalmente, todo sigue igual. Real Madrid y Manchester continúan con la misma política de gestión. Los aciertos y fracasos tienen un único nombre. Con el peligro que acarrea. Aunque ello suponga el riesgo de que un resultado adverso esta vez, sobre todo para el Madrid, pueda ocasionar que el club tenga que reconstruirse desde una especie de zona cero por volver a aferrarse a un hombre y no a una filosofía de vida.

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