Míchel y sus pretendientes

José Miguel González Martín del Campo, 'Míchel', ha sido uno de los nombres propios de estos últimos días. Y no sólo porque fue destituido del Sevilla por los malos resultados cosechados desde que llegó (13 victorias, 11 empates y 14 derrotas). Lo realmente novedoso del caso es que el mismo día en el que firmó su finiquito, el técnico madrileño ya tenía ofertas de Alemania y Grecia para regatear al paro. Olympiacos había pensado en un principio en Emery para suplir a Jardim, pero al poner el ex del Spartak rumbo al Sánchez Pizjuán, mandó a su director deportivo a negociar de urgencia por Míchel. Con Manzano y Oltra siempre en la recámara. La historia se repite desde entonces. Detrás de todo aquel banquillo con un inquilino en el alambre vuelve a planear de nuevo la sombra del exmadridista. Regresa a los mentideros el 'suena Míchel' tan jocoso que siempre aparece cuando hay que hablar de posibles sustitutos, con la consecuente catarata de elogios y críticas que siempre le acompañan. Ha desaprovechado una ocasión de oro para entrar en las próximas quinielas sucesorias en el Bernabéu. De haber hecho un buen papel en Sevilla, hubiera protagonizado muchas portadas en verano. Sin embargo, su traspié no hace decaer su relevancia.


Míchel es así. Despierta amor u odio. Nunca indiferencia. Es, salvando las distancias de educación, el Mourinho a la española. Nada más conocerse su salida del Sevilla pudimos comprobarlo. Mientras a otros entrenadores en la hoguera como Pellegrino, Oltra o Pochettino no se les ha oído decir esta boca es mía desde que se echaron a un lado, Michel concedió tantas entrevistas como medios de comunicación existen. Como dijo un buen amigo mientras escuchábamos una de ellas, "Michel está encantado, habla hasta en Radio Taxi". Y no es algo malo, que conste. Conviene dar la cara y explicarse. Basta ya de censura. A él le gusta. Y él gusta. El problema es que a veces se mete en charcos por querer explicar lo inexplicable y por excederse en tiempo y forma. Conviene el término medio. Sobre todo porque cuanto más habla uno, más opciones tiene de equivocarse. Una conferencia de prensa hubiera contentado a todos. Pero no. Con su obsesión por cuidar su imagen protagonizó una situación dantesca en antena. Por un lado, sus detractores sacaron la guadaña con él 'de cuerpo presente'. Algo injusto. Y por otro, el peor, los muchos amigos que tiene entre la prensa se afanaron tanto en hacerle la pelota que el propio Michel llegó a contradecir por la tarde a uno que desbordaba caridad. "El Sevilla no puede permitirse llevar tan pocos puntos", dijo.

Michel-delnido


Las relaciones del entrenador con los demás participantes de este mundillo del fútbol nunca han sido sencillas. Las hubo buenas y otras no tanto. La mayoría más intensas. Por eso hubo guiños cariñosos en sus entrevistas recientes con Julio César Iglesias en Radio Marca y dardos con solo nombrar a Cristóbal Soria, exdelegado del Sevilla. Y es que estaba desatado. Tanto, que mandó una romántica carta al sevillismo de su puño y letra y contestó de manera personalizada a los más de 400 mensajes que le llegaron al móvil. Ese 'feedback' telefónico al que nos tiene acostumbrados muchas veces le ha ido bien. Engancha y atrae adeptos a la causa. Y otras, no tanto. Entra al trapo y no se calla. Por eso, el día de su despido recordé una anécdota inolvidable que tiene como protagonistas a un periodista, al propio Míchel y a tres móviles.

Corría la temporada 2006-07. Míchel se hizo cargo del Castilla en su regreso a Segunda y, además, compaginó esa función con el puesto de director de la cantera aprovechando el cambio de poder en la presidencia. Su estilo, 'made in Barça', chocó pronto con la realidad. Cuando dio prioridad a la formación por encima del resultado, la clasificación le dio la espalda. Y cuando la permanencia se alejaba e intentó recular a toda mecha, ya era tarde. Mata y Borja Valero, piezas claves, estaban aburridos en la banda tras pagar su negativa a renovar (a la baja), y la columna vertebral andaba de luto al haber perdido parte de su reputación con un descenso irremediable. Un periodista joven y desconocido criticó sus bandazos desde el principio. Bajar con Codina, Casilla, Miguel Torres, Sergio Sánchez, Javi García, De la Red, Borja Valero, Mata, Adrián, Callejón, Granero, Parejo, Negredo, Bueno... no tenia ninguna justificación. Y, claro, pagó por ello.

Negredo


El joven atrevido pasó uno de sus peores tragos en una tertulia a la que fue invitado por Realmadrid TV para hablar de la cantera. Míchel también acudía. Se mantuvo esquivo en los camerinos y frío en el plató. Su jefa de prensa, crecida por la actitud de su jefe, ya había decidido vetar por completo al informador a esas alturas por sus críticas crónicas. El roce era evidente. Por eso, al ver que no menguaba, el entonces director-técnico decidió enviar una carta a cuatro responsables del medio en cuestión; no para exigir su cabeza, pero sí para cuestionarla. Él había sido un dios jugando y pretendía serlo también entrenando. Y así, logró lo que nadie imaginaba. Con su experiencia y la bisoñez del periodista, el chaval se obsesionó con su figura. Era y es guapo, dice mi madre. Atractivo, creo yo. Pero la paranoia era exagerada. La responsabilidad de no meter la pata, al estar ya vigilado por mil ojos, tuvo en alerta a aquel redactor. Pero ni por ésas. Intentó no tropezar y la cagó.

Así me lo recuerdan. Así os lo cuento. Una tarde, presionado por su jefe a cerrar pronto una página importante, el 'plumilla' se estresó de más. Estaba escribiendo sobre la aportación del Castilla al primer equipo y, a la vez, su novia esperaba en la puerta del periódico para ir a cenar a la hora que habían quedado. Mientras aporreaba el teclado, el joven mandó dos o tres mensajes para intentar obtener el perdón a la paciencia femenina. Pero no halló el alto al fuego en sus respuestas. Se le hizo tarde y el superior pedía más rapidez. No daba abasto. Le quedaban unos renglones. Eternos. Y no encontraba un final. Su chica insistía una última vez en busca de explicaciones al retraso. Hacía frío en la calle. Así que el tipo decidió recurrir a un tópico para ganar tiempo. La relación acababa de echar a andar y no pensaba fastidiarla tan pronto. Entonces decidió escribir un breve 'TQ' que equivalía a un sentido 'Te Quiero'. Ya saben. Eso le ablandaría el corazón. Y, qué injusticia, lo que hizo fue hacer temblar más el suyo. Cuando la abreviatura ya viajaba por el espacio en busca del móvil de su chica, el periodista se percató de que el destinatario elegido en su agenda había sido Míchel y que no había tecleado, como debió, el nombre de su pareja. Se jactan los que estaban presentes, que jamás sintió tanto fuego en su cuerpo. Dicen que sudó, maldijo y hasta gritó en plena redacción: "¡Noooo, noooooooo!". Al instante, muerto de vergüenza, mandó otro mensaje al técnico disculpándose por la torpeza: "Lo siento, era para mi novia". A lo que él respondió con gracejo y comprensión: "¡Ah, qué susto!".

Después de aquello sé que se han vuelto a ver y no han hablado de aquel lío, a pesar de que ninguno lo olvida. Ésa fue la última vez que ambos se comunicaron. Pero habrá más. Muchas más. Los dos son jóvenes. El periodista sigue escribiendo 'suena Míchel' cada dos por tres, obligado por la actualidad, y el técnico, cuando vuelva a Madrid (o al Madrid si es que algún día se lo gana), responderá a sus preguntas con el respeto de antes.

PD: ¿Qué quién era el del mensaje? Da igual. Eso es lo de menos en la historia. Ya lo saben. En este blog, Mr. Pentland, lo importante son los entrenadores. El periodista no debe ser nunca noticia ni protagonista.