El discreto encanto del sufridor

El discreto encanto del sufridor

Qizá porque es un tipo discreto, no damos el mérito que se merece a David Ferrer. Quizá también porque él nunca ha querido darse coba. En 2007, antes de la final en Shanghai contra Federer y antes de colocarse número cuatro del mundo, soltó una frase que siempre recordaré: "Con mi tenis, quizá solo vaya una vez en la vida al Masters". Una declaración de alguien que no se tiene mucha fe.

Pero con el paso de los años, y como una hormiguita con confianza ciega en Javier Piles, Ferru ha ido labrándose una carrera que podrían envidiar muchos tenistas. Atesora once títulos y otras once finales. Sabe lo que es hacer semis en el US Open y Australia, es campeón de la Davis; en 2010, en tierra, hizo semis en Montecarlo, Godó y Madrid y final en Roma... Todo esto compitiendo en la era de Nadal y Federer. Desde el número seis del ránking ve por abajo a gente con más talento y escuela. Pero él es como es. Sufre, resta como un diablo, ha mejorado el cortado y el saque, y hoy se pondrá de nuevo ante la bestia, con ese discreto encanto del que no se da importancia.