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Hay que saber fichar al loro jefe

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Creo que fue José Luis Garci a quien le oí decir una vez que en España los críticos cuando hacen su trabajo acostumbran a tener al lado el certificado de penales del analizado. Y me temo que es una mala costumbre que está extendida por muchas otras parcelas de nuestra sociedad. Pareciera que cuesta reconocer el éxito o buen hacer de alguien si ese alguien es de "otro bando" (cualquiera que éste sea, que no serán banderías lo que nos falta) y no tardamos en colocar un pero seguido de una retahíla de agravios, torpezas pasadas, -y si no son culpa del escrutado tanto da- que suelen culminar con premoniciones de desastres inminentes. Así que si digo que me parece estupenda la labor que está haciendo Quique Flores con el Atlético de Madrid, alguno me mandará con Manolete o al psiquiatra por traicionar mi alma merengue. Allá él. Creo que no estamos sobrados, ni en el fútbol ni en otros ámbitos más esenciales, de sentido común, capacidad de análisis, trabajo duro y perseverante -capaz hasta de acabar con enquistadas supersticiones sobre su equipo como la de ser un "pupas"- y una mano izquierda digna de un cardenal romano, como para no reconocerlo y valorarlo cuando surge ante nuestras narices. Estoy con los que creen que el fútbol, como cualquier otra actividad que se realiza en equipo, depende sobre todo de un estado de ánimo y esfuerzo colectivo, algo tan fundamental como inestable que es imposible fichar.

Y, sobre todo, de liderazgo, inteligencia y talento. En el deporte también, aunque parezca contradictorio, es más importante el cerebro que el músculo. Y quien sabe crearlo, es sin duda el mejor líder que se pueda tener y sus compañeros así lo reconocen de inmediato. Recuerdo haber hablado con Quique una noche que fue a El Larguero y estuvimos compartiendo la apasionante historia de Shackleton en la Antártida. Por entonces el Atlético de Madrid guardaba similitudes con su barco hundiéndose en el océano. Hablamos de la importancia de resistir en los momentos duros. Y el tiempo le ha dado la razón.

Aquel equipo no tiene nada que ver con el de hoy día a pesar de que sus componentes son esencialmente los mismos. Lo único que ha variado es su líder. Y esto me hace recordar un viejo chiste que contaba que en una pajarería había un loro que valía el doble que el resto de loros que allí se vendían. Ante la extrañeza por tamaña diferencia un cliente preguntó ¿Y qué es lo que hace? El dueño simplemente replicó: "No hace nada, pero los demás le llaman jefe".