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Atreverse en campo abierto

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Por distintas circunstancias, me he visto dándole vueltas al tema de la valentía. Comenzó el domingo viendo lo que hizo Marc Márquez en Estoril. Fue un alarde de sangre fría ganar una carrera después de salir en los últimos puestos. Creo que sobre todo fue un acto de valentía entendida como cumplimiento de un deber que tenía con los miembros de su equipo después de, como él mismo reconoció, haber cometido un error de novato cayéndose y destrozando la moto en la vuelta de reconocimiento. Ser valiente es una decisión y Marc, creo, decidió serlo por su sueño de ser campeón pero también por sus compañeros, capaces de arreglarle la moto en tan sólo tres minutos. Sin duda, lo más fácil hubiera sido rendirse a la fatalidad. ¿Quién podría reprochárselo? Pero este chaval de 17 años decidió optar por buscar el coraje necesario para salir a campo abierto, al territorio de la incertidumbre y también de la libertad y la creación.

Pocos días después, estuve comiendo con la senadora Matilde Fernández con la que estuve hablando de una iniciativa contra la violencia con las mujeres. Por encima de otras consideraciones éticas, que muchos ya han expuesto, quienes pegan a una mujer, además de comportarse como unos miserables son intrínsecamente unos cobardes. Ese mismo día, visitando la Cámara Alta, ambos pasamos a saludar a su presidente, Javier Rojo. Resultó una muy agradable charla con este político que forma parte de ese grupo de ciudadanos valientes que se han enfrentado cara a cara y durante décadas a la violencia etarra, en el País Vasco. Todos ellos son el vivo testimonio fehaciente de lo que el filósofo José Antonio Marina define como intrínsecamente humano: nuestra voluntad de sobreponernos al miedo, de no limitarnos a sobrevivir huyendo de lo que nos asusta sino encararlo armados de valentía para superarlo.

Es que, como bien dice Marina, lo nuestro como seres humanos no es sobrevivir sino supervivir, entendiéndolo como la voluntad de vivir por encima de nuestras realidades. Lo fácil es golpear al más débil, darse por vencido ante la fatalidad de un accidente o abandonar tu tierra ante la brutalidad asesina de los intolerantes. Lo difícil es plantar cara ante los violentos, los pusilánimes, los que miran a otro lado, los que lo saben pero no hacen nada. Es decir: los cobardes. Les invito a abandonar la comodidad, a salir a campo abierto a convivir con la incertidumbre, a enfrentarse a la angustia, a ser personas libres y por tanto valientes.