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Las grandes paredes del Himalaya

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El concepto de las Grandes Paredes es relativamente moderno. Probablemente viene de los años treinta del pasado siglo, cuando se acuñó el término de los tres últimos problemas de los Alpes, referido a la cara norte del Cervino, la norte del Eiger y la norte de las Grandes Jorasses. En ese tiempo de entreguerras, una juventud desencantada decidió jugarse la vida en escaladas nunca intentadas. Como relata Anderl Heckmair, uno de los primeros vencedores de la cara norte del Eiger, a comienzo de semana le tocaba ir de rescate, el jueves iba de entierro y el domingo quedaba para hacer una escalada "como Dios manda". Algunos han dicho que iban a la montaña con el mismo espíritu con el que se enfrentarían en los campos de batalla.

Después de aquel episodio sangriento se retomó el alpinismo extremo en las montañas más altas de la Tierra. La diferencia es que los Alpes acaban justo por debajo de donde se suelen situar los campamentos base en el Himalaya. Y sus montañas tienen dimensiones colosales, pues la cara sur del Nanga Parbat, por ejemplo, duplica, de largo, la del Eiger. Y además está la altitud, un factor que hace de la escalada una empresa en el límite de las posibilidades humanas. La cara sur del Annapurna, el Pilar Oeste del Makalu, la cara sudoeste del Everest, o la cara sur del Lhotse, se levantan como enormes bastiones y superan los ocho mil metros. Acabamos de llegar al campo base de esta última gran pared, definida como "la escalada más difícil y peligrosa del planeta".

He venido con tres magníficos alpinistas. Jordi Tosas y Jordi Corominas son guías de montaña que han compaginado pasión con forma de vida. Tienen a sus espaldas grandes escaladas, como la cima del K2 que consiguió Corominas en solitario en el 2004. Juntos han vivido situaciones límite como la que sufrieron en el macizo del Lantang y en la que Corominas logró salvar la vida de su amigo, después de un grave accidente que le destrozó todos los huesos de la cara. Saben a qué se enfrentan, con la actitud tranquila y la determinación de sus muchas expediciones. Su otro compañero, Israel Blanco, es del grupo de rescate de la Guardia Civil que viene a probarse en una de las paredes más duras. Seguro que Heckmair estaría de acuerdo en que tenemos por delante una escalada "como Dios manda".