Desde hace unos años los grandes acontecimientos deportivos tienen como escenario los países del golfo Pérsico: Emiratos Árabes, Qatar y Bahrein, principalmente. Allí dinero hay para todo: carreras de Fórmula 1, de motos, torneos de tenis, de golf, campeonatos de atletismo, hasta la final del Mundialito de fútbol se han llevado. Pues aquí no nos quedamos atrás: el viernes comienza en Valencia la Final Four de la Euroliga de baloncesto femenina; la próxima semana, la de la Eurocup en Vitoria; a mediados de mayo, los Europeos sub-17 de halterofilia en Valencia; en julio tendremos el Europeo de hockey en Barcelona y la Final Four de la Liga Europea de voleibol en Guadalajara; en septiembre, el Mundial femenino de patinaje en Alcobendas...

Alguien me dijo: "Somos los jeques de Europa". Pues sí, porque aparte de estas competiciones tenemos muchas y buenas: la final de la Champions, los Europeos de atletismo, la Fórmula 1, las motos, el tenis... Pero las que me preocupan son las otras. En plena crisis nos liamos a traer competiciones que, mucho me temo, no quiere nadie. Competiciones, además, deficitarias y por las que hemos pagado un dinero que sale de los ayuntamientos y las comunidades. Un dinero público del que luego no se rinden cuentas. Y con eso hay que tener cuidado. Ya hemos visto lo que pasó con el velódromo de Palma y con las presentaciones del ex consejero de Deportes de Madrid. Por eso, alegrías las justas. Y aquí parece que tenemos muchas.