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Giuliano Bevilacqua

Fausto Coppi, el más grande

Tengo el honor de haber asistido al entierro de Fausto Coppi aquel lontano y frío 3 de enero de 1960, en el pequeño cementerio de Castellania, muy cerca de Tortona, y a sólo 15 kilómetros de mi ciudad natal, Voghera. Allí solía bajar Coppi muy a menudo con su bicicleta para afeitarse en la barbería de mi padre, y allí, un entonces jovencísimo Giuliano, que era yo, le seguía con la bici hasta las afueras del pueblo, antes de dar la vuelta y pedalear hasta casa para comer. En AS se ha escrito estos dos días sobre ese fenómeno del ciclismo mundial, que nunca tendrá otro igual, con motivo del 50 aniversario de su muerte.

Se ha hablado de su día más glorioso e increíble, de la famosa etapa del Giro de 1949, cuando Coppi salió de Cuneo y, ya en la primera subida, sencillamente se fue. Se trataba de una etapa de más de 200 km y con cinco puertos muy duros, que en esa época eran todavía más duros por no llevar asfalto, sino tierra y pedrisco, tanto para arriba, como para abajo. Coppi se largó en La Madeleine, bajó al valle y subió los 2.100 metros del Vars, para bajar otra vez y meterse con el terrorífico Izoard y sus 2.320 m de tierra y piedras sin un metro de sombra en los últimos 5 km, mientras que el resto de los perseguidores ya estaban a más de 8 minutos. Bajó el Izoard, y a los 1.250 m cruzó el centro de St. Catherine, localidad que me vio crecer como jovencito amante del deporte, en casa de un tío mío que tenía un hotel ahí. Luego subió aquellos terribles 500 m al 20% entre St. Catherine y la vieja villa fortificada de Briançon, salió de la ciudad y se fue a buscar los 1.854 m del Montgenevre, entrando en Italia. Bajó a Cesana y otra vez para arriba subiendo de una tacada Sestriere y sus más de 2.000 m, para después bajar a la meta de Pinerolo, tras casi 200 km de fuga en solitario, con casi 12 minutos de ventaja sobre el segundo, otro grandísimo del ciclismo: Gino Bartali, ¡casi nada!

Pero es que Coppi volvió a repetir una hazaña bastante parecida en el Tour de Francia de 1952, cuando otra vez se marchó en el primer puerto, la Croix de Fer, para bajar y subir al Telegraphe, bajar y subir el terrorífico Galibier, bajar al Lautaret (un puerto de mis primeras gestas como cicloturista, cuando pasaba los veranos en Briançon), de ahí al Montgenevre, la bajada a Italia y la subida final a Sestriere, a más de 2.000 m. Igualito a lo que hacen los ciclistas de hoy en día, porque los escaladores puros no lo son de verdad, como Alberto Contador y algún que otro más, ya que nunca atacan en el primer puerto y siempre esperan al último, por si acaso les entra alguna pájara por el camino... Son otros tiempos, otros corredores, que hacen que los ganadores de las grandes vueltas de la actualidad parezcan ciclistas de tercera fila comparados con el legendario Fausto Coppi.

Giuliano Bevilacqua es fotógrafo deportivo.