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Paseando junto al Río de las Perlas

Por lo menos los aviones ya no aparcan entre los edificios. Sin duda, era toda una experiencia aterrizar en el antiguo aeropuerto de Hong Kong sobre todo para el piloto que veía los rascacielos desfilar a su lado, una muralla de montañas y el puerto de Victoria al final de la pista. Por cosas así era el más famoso del mundo. Pero ya no está en uso. Hace unos días he llegado a esta ciudad tan singular sobre una impresionante -y costosísima- obra de ingeniería: el aeropuerto de Kai Tak, construido sobre una isla artificial, en un terreno robado al mar. Y es que Hong Kong es un lugar de extremos y no sólo financieros o arquitectónicos. Pudiera parecer imposible que este pequeño lugar, formado por unas islas y un mínimo pedazo de continente junto al Río de las Perlas y frente al Mar de China, pudiera ser símbolo de algo, pero lo es.

Lo que sí simboliza este Hong Kong que ahora recorro es el cambio experimentado por la República Popular China a caballo entre el siglo XX y el XXI. "Un país, dos sistemas" fue la idea que el presidente Deng Xiaoping ofreció a Thatcher para avanzar en las negociaciones que regresaran este rincón ultra capitalista al seno del imperio comunista y que parece haber calado hasta la médula de esta nueva China, que ya es el principal propietario de tierras en África y el principal prestamista de EE UU. Aquí se ha vendido no hace mucho el piso más caro del mundo (casi 40 millones de euros) y este es uno de los mayores centros financieros y comerciales del mundo. Un sistema que une el laborioso trabajo de los chinos con esa eficiencia anglosajona y que, al menos aquí, tan buen resultado les ha proporcionado. Porque Hong Kong era territorio británico desde que, en 1841 y tras su derrota en la Primera Guerra del Opio, el emperador chino tuvo que claudicar ante la pérfida Albión entregándole ese pedazo de sus dominios.

Curiosamente, el opio fue introducido por los españoles en China desde Filipinas en el siglo XVI. Y es que China fue un objetivo comercial de primer orden para la corona española, consolidándose un activo comercio entre el imperio chino y el archipiélago filipino gracias a la plata que allí llegaba desde Acapulco. De hecho, tropas españolas llegaron a asentarse en la isla de Taiwan, a la que bautizaron como "la Isla Hermosa", en 1626. Y allí estuvieron dieciséis años hasta que los aborígenes, las enfermedades y los holandeses consiguieron expulsarlos. Mañana iré con unos amigos a hacer una de las rutas clásicas de Hong Kong, y recordaré a esos españoles que hace casi cuatrocientos años tuvieron la visión de saber que ahí residía el futuro.

Sebastián Álvaro es creador de 'Al Filo de lo Imposible'.