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Maravillas a buen recaudo

Continúo recorriendo el sur estadounidense conociendo algunos de sus Parques Nacionales más emblemáticos: Cayonland, Brice, Zion, Los Arcos, Las Secuoyas o el Gran Cañón del Colorado. Y lo he hecho entre la admiración y no poca envidia por cómo cuidan y disfrutan aquí de estas joyas naturales que comenzaron a crear, cuando finalizaba el siglo XIX, con el Parque Nacional de Yellowstone, que muchos reconocerán como el hogar del oso Yogui. Son el resultado de una larga, concienzuda e inteligente política en la que el presidente Theodore Roosevelt (no confundir con Franklin Delano Roosevelt, impulsor del New Deal, del que tanto se habla en estos tiempos de crisis económica) tuvo un papel fundamental. De hecho, fue el primer presidente que se preocupó de modo efectivo por la conservación de los espacios naturales y por la fauna. Creó las bases del sistema de Parques Nacionales, de Monumentos Nacionales y de Bosques Nacionales así como de las Reservas Naturales, poniéndolos bajo el control del estado. Sin duda, su encuentro con John Muir, reconocido como el primer conservacionista norteamericano cuyos escritos fueron parte de las bases sobre las que se ha levantado el movimiento en favor de la conservación de nuestro medio ambiente, con quien compartió acampadas, caminatas e ideas en Yosemite en 1903. Ese mismo año, el presidente Roosevelt visitó el Gran Cañón del Colorado y como todos los que lo hemos visto, quedó maravillado ante tal prodigio natural como demuestran sus palabras: "En el Gran Cañón, Arizona tiene una maravilla de la Naturaleza que, por lo que yo sé, no tiene igual en todo el mundo. Me gustaría pedirles que hagan una cosa al respecto, por su propio interés y del país: conservar este prodigio natural tal y como está ahora, pues ha tardado siglos en formarse y el hombre podría estropearlo en muy poco tiempo. En su mano está conservarlo para sus hijos, para los hijos de los hijos y para todos los que vengan detrás, como una gran obra que todo americano, que tenga la posibilidad de viajar, debiera ver". Ese deseo presidencial es hoy una realidad pues estos Parques Naturales norteamericanos no sólo son un ejemplo de conservación del medio natural sino también unos lugares privilegiados que todos los ciudadanos norteamericanos, y visitantes extranjeros, pueden disfrutar.

Cada año cinco millones de visitantes los recorren caminando, en bicicleta o a caballo. Y es que no son reductos aislados y prohibidos, sino espacios abiertos al disfrute responsable de los que allí acuden. Ojalá que algún día podamos oír a nuestro presidente o, al menos, al ministro del medio ambiente de turno una declaración aunque fuese la mitad de comprometida que la expresada por el presidente Roosevelt frente a la inmensidad del Gran Cañón del Colorado. Entonces, podremos considerar que a nuestros Parques Naturales, vapuleados y manoseados por las distintas administraciones, aún les queda una oportunidad.

Sebastián Álvaro es creador de Al filo de lo imposible.