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La huella española en EE UU

Recorremos llanuras interminables por la mítica Ruta 66, "la madre de todas las carreteras", la que atraviesa Estados Unidos de este a oeste. Es tierra de cowboys y de extensos campos de petróleo, pero también de moteros, de sheriffs, de rectas que se pierden en el horizonte y de nombres hispanos por doquier: Sangre de Cristo, San Antonio, Santa Fe, Madrid, El Álamo, Amarillo, Colorado y cientos más. Es la huella de la civilización, la huella del Hombre sobre la que otros construyeron el presente de la nación más poderosa de la actualidad. ¿Cuántas personas en nuestro país saben, incluidos universitarios, que todo el sur y el oeste del actual Estados Unidos fue España hasta hace menos de 200 años? Y de entre los escasos que todavía conservan esa memoria, ésta sí, histórica, ¿cuántos habrán llegado a suponer que los famosos vaqueros de las películas de la Conquista del Oeste eran herederos de la tradición andaluza de ganadería, y los caballos que montaban y las vacas que conducían fueron los que llevaron los españoles a tierras americanas?

En realidad no hubo tal conquista, sino, más bien, una reconquista, pues los españoles ya llevaban conviviendo con los indígenas, como los apaches, mucho tiempo atrás. Y no es casualidad que fuera en esas tierras donde no fuesen exterminados totalmente. Fue un tipo extraordinario el primer europeo que tomó contacto con estas tierras de Texas. Se llamaba Alvar Núñez Cabeza de Vaca y con 20 años era uno de los 600 que salieron de Cádiz con rumbo a la Florida en 1527. Un naufragio hizo que se hundieran los cinco barcos. Los que se salvaron volvieron a construir unas pequeñas embarcaciones, pero pareciera que aquellos desgraciados estaban condenados de antemano. Una nueva tormenta acabó con todos ellos, excepto quince que vivirían una de las más mayores aventuras de la exploración americana. Poco después les atacarían los indios, que mataron a diez y se quedaron como esclavos a los otros cinco. Entre ellos estaban el moro Estebanico, el primer africano en llegar a Estados Unidos, y nuestro protagonista.

Sobrevivieron en estas tierras que ahora contemplo, bien como esclavos o como fugitivos, comiendo "hormigas, gusanos, lagartijas y culebras". Hasta que Cabeza de Vaca convenció a sus captores de ser una especie de chamán y tuvo tanto éxito que no sólo consiguió mantener con vida a su grupo, sino que incluso los apaches creyeron que eran Hijos del Sol. Cuando después de ocho años de penurias y supervivencia al límite por fin llegaron al norte de México, los españoles no pudieron creer lo que veían: cinco barbudos con una muchedumbre de indios que les seguían fielmente. Una aventura que ha dejado huella en estas tierras y forjó la leyenda de la conquista del Oeste.

Sebastián Álvaro, creador de Al filo de lo imposible.