Sobre 'Los girasoles ciegos'
Acabo de llegar a Katmandú y no tengo ganas de escribir de la montaña a la que vamos, el Manaslu, ni pensar en ella. Lo que se debería haber reflexionado ya no tiene vuelta atrás. Puede que se deba a que, probablemente, este viaje tenga algo de especial. Sé que no será mi último viaje a las grandes montañas, ni mi último documental (aunque el pensamiento de no regresar a casa siempre surge a la hora de partir). Sin embargo, a partir de ahora todo va a cambiar. No tengo miedo a enfrentarme a lo desconocido ni a futuros retos. Simplemente es el momento de echar la vista atrás, al camino recorrido, a los amigos que me han acompañado y ayudaron en esta larga y dura aventura televisiva.Amigos como Alberto Méndez. Me ha venido a la memoria por un reportaje en la tele sobre su excelente libro de relatos, Los girasoles ciegos, dos de cuyos cuentos son la base de la película del mismo título, escrita por Rafael Azcona y su director José Luis Cuerda. Conocí muy de cerca a Alberto en la mejor etapa de TVE, a finales de los setenta, cuando la lucha por la democracia nos reunió a unos cuantos ingenuos.
Ninguno nos colocamos ni pedimos satisfacciones por ello; el mejor premio es la libertad de que gozamos. Recuerdo aquella etapa como una de las mejores de mi vida, aunque dudo que entonces me diera cuenta. Alberto era un tipo sensacional y una de las mejores personas con las que coincidí en aquellos tiempos. Cuando leí Los girasoles ciegos, Premio Nacional de Literatura y de la Crítica en 2005, me dejó el regusto amargo de aquellos años y el alegre de las reuniones clandestinas en las que acabábamos en casas desconocidas, mezclados con la desesperanza porque no iba a volver a coincidir con él, pues murió poco después de publicarlo. Espero que la película de Cuerda sea capaz de emocionar al menos una parte de lo que lo hace su libro, enternecedor y demoledor, porque nos mira al interior y nos recuerda por lo que pasamos y lo que somos. Al fondo espera el Manaslu. Quizás todos seamos girasoles ciegos.
Aproveché un hueco entre preparativos de última hora para ver la película de Cuerda. Me limitaré a decir que hay que verla. En mi opinión el libro, como suele ocurrir, cubre un espectro más amplio que la película que, eso sí, refleja muy bien el opresivo ambiente de la España de posguerra. La primera historia del libro, que no aparece en la película, completa una visión de aquel tiempo de los perdedores de la terrible guerra incivil que asoló nuestro país. Es una historia universal porque los perdedores se repiten en todos los tiempos, en todas las guerras y no son sólo los derrotados sino toda la pobre gente. Pero luego nos levantamos. No hay murallas que encierren nuestras ganas de vivir. Espero que vayan a verla.
Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible.