Los altibajos de nuestro Cádiz me hacen meditar. Un domingo realizamos un medio tiempo magnífico y siete días después, quienes brillaron a gran altura y despertaron el optimismo de los gaditanos, no son capaces de hilvanar un par de jugadas en 90 minutos. Eso sí, como casi siempre, es inevitable encajar un gol y así nos luce el pelo. Si descontamos los dos primeros partidos de la temporada en Carranza ante Granada 74 y Salamanca, se cuentan con los dedos de una mano los encuentros que Contreras dejó su portería a cero. ¿Culpables?... Todos.

Menos mal que en Cádiz nos conformamos con muy poco. Aplaudimos un córner, una jugada de esas que salen cada 90 minutos y, si marcamos, el estadio se viene abajo. También nos valen otros argumentos para salir del estadio con media sonrisa en los labios. Por ejemplo, ayer más de uno sonreía porque in extremis la Real le ganó al Xerez, otros sonrieron cuando los jerezanos marcaban el segundo en Donostia, y todos, sin excepción, se lo pasaron en grande cuando un felino saltó al terreno de juego y a punto estuvo de meterse en la portería que en el segundo periodo defendía el meta castellonense Sánchez. Todo el estadio exclamó el ¡ huy! de rigor.