Llenamos de basura un continente
En el principio fue una bolsa de supermercado, o una botella de refresco, o un saco de fertilizantes. Luego, cepillos de dientes, cuerdas, jeringuillas o recipientes de yogur. Cuando el Homo desarrollado se pone a remedar la labor del dios del Génesis y crear un continente le basta con que sea basura plástica la materia prima. Luego, sólo hay que dejar obrar a las corrientes marinas y la desidia de nuestras sociedades. Según Charles Moore, oceanógrafo creador de la Algalita Marine Research Foundation, se ha formado lo que ha denominado "Placa de basura del Pacífico" entre la costa californiana y el archipiélago de Hawai. Se trata de una descomunal acumulación de toneladas de deshechos a lo largo de kilómetros y kilómetros de superficie marina. Dada su localización, la aglomeración de basura está garantizada. Ésta es una extensa zona del Pacífico donde el agua circula en el sentido de las agujas del reloj describiendo una espiral lenta. Allí los vientos son flojos y las corrientes tienden a forzar la materia que flota en el agua hacia la zona central de baja energía del remolino.
Es una zona poco visitada pues los veleros no encuentran vientos fuertes; tampoco pasan las principales líneas de navegación, y la pesca no es abundante. Se trata de unas condiciones naturales similares a las que han posibilitado la creación del Mar de los Sargazos en el Atlántico. En el Pacífico lo que se acumula es basura humana. Por si algún especulador anda ya relamiéndose pensando en construir futuras urbanizaciones en primera línea de costa, me apresuro a señalar que no se trata de un continente compacto sino una repugnante sopa plástica que está haciendo un daño irreparable a la fauna marina y, siguiendo la cadena trófica, puede llegar hasta nosotros pues los gránulos que forman el plástico, consumidos por los peces, son esponjas para todo tipo de toxinas cerrando un terrible círculo vicioso. Lo peor es que este continente de basura marino es sólo un ejemplo.
Como señala una investigación publicada estos días por Science, el 40% de los mares están afectados de forma grave por la acción humana. Contaminación, cambio climático, sobrepesca... son sólo algunos de los jinetes de este apocalipsis lanzado contra esos dos tercios de nuestro planeta, cruciales para nuestra pervivencia en él. En la Antártida, cada año se congela menos el mar que la rodea y al parecer está demostrado que hay una relación directa entre la abundancia de Krill (molusco del que depende toda la cadena animal) y la superficie de mar congelado. Cada temporada hay menos krill y por tanto menos peces, ballenas, lobos marinos, pingüinos o focas. Nosotros, tarde o temprano, también lo pagaremos. Estamos aún a tiempo de hacer algo.