Osasuna, el orgullo de la modestia
Cuando parecía que la historia de Osasuna en la UEFA llegaba a su fin. Cuando todo el mundo reconocía su mérito, pero le daba por muerto ante el Sevilla. Cuando la gente le recomendaba centrarse en la Liga en estas últimas jornadas, puesto que aún no está salvado. Entonces apareció el verdadero espíritu de este club. La raza, la ilusión, el ímpetu de un grupo humano, lejos de los cegadores focos galácticos de sus rivales de cada domingo, que hace presumir a sus aficionados y que anoche volvió a dar motivos de alegría a los suyos. La sonrisa de los niños, la algarabía de los más viejos, los abrazos de quienes en torno a una cuestión común volvieron a vibrar, a latir al mismo ritmo de su corazón rojillo.
Soldado dio con la tecla que abrió paso a la esperanza de Osasuna. En Sevilla habrá que luchar, habrá incluso que rozar la épica, pero la renta le permitirá al conjunto de Ziganda manejar los tiempos, jugar a su estilo, poner nerviosos a los sevillistas. Y en eso son maestros los navarros. La presión que ayer pusieron en práctica desactivó a un Sevilla extrañamente cortocircuitado. Dio la sensación de que el curso del choque siguió la idea que Ziganda manejaba en su cabeza desde hace días, con sus hombres creciendo con el paso de los minutos y multiplicándose a medida que su confianza empequeñecía a los andaluces. Nadie sabe qué sucederá en la vuelta. Noventa minutos en el Pizjuán son muchos. Pero la trayectoria de Osasuna ya es como para quitarse el sombrero. Es el mérito de los que dan todo lo que tienen.