Compartía esta semana mesa y mantel con gentes del baloncesto y compañeros de profesión. En un momento dado salió a relucir la Supercopa que hoy comienza a disputarse en Málaga. "Por cierto, ¿quiénes la juegan?", preguntó alguien. Respuestas dubitativas: "Unicaja... Tau..." El Barcelona acabó saliendo por deducción y al final hubo desacuerdo entre Joventut y Pamesa para la cuarta plaza de invitado. ¡Cómo para preguntar en función de qué acudía cada equipo! A ese grado de desinterés ha llegado el baloncesto ACB. Esta misma tarde se televisa el Tau-Barcelona con once mundialistas sobre la cancha y dudo que supere en audiencia los 828.000 telespectadores que tuvo el España-Rusia del Mundial femenino.

La razón también es sencilla. En otra comida con aficionados al deporte, el que menos era capaz de nombrar a diez jugadores de la Selecci nadie, sin embargo, supo decir más de dos del Barcelona o del Tau. Y es que, a nivel popular, al Barcelona de poco le vale tener a los mundialistas Kakiouzis, Lakovic, Basile y Marconatto, y al Tau, a Scola, Prigioni, Rakocevic, Splitter, Erdogan y Peker. No son los mejores jugadores del mundo, tampoco garantizan títulos y no ayudan a identificarse con el equipo a no ser que se sea un incondicional del mismo. Por eso la ACB ha reducido su interés a los ámbitos locales. Y es una pena. A los aficionados les encanta el baloncesto, pero no el que les impone la ACB. El potencial está ahí para quien lo quiera ver.