Las diez eran una buena hora

Las diez eran una buena hora

Partido ante Serbia. A la una del mediodía. El horario se decidió 48 horas antes del encuentro. Estaba fijado para las diez, pero La Sexta negoció el cambio. Considera que el encuentro tendrá mayor audiencia a la una. Es discutible. A las diez de un sábado la mayoría de la gente está todavía en casa; la hora es buena, porque tampoco obliga a levantarse muy temprano, y a las doce ya cada uno es libre de ir a solazarse donde mejor crea. El partido a la una obliga, en cambio, a quedarse necesariamente en casa para verlo. Seremos muchos, por supuesto, pero quizá menos que a las diez. La gente que, sin gustarle el baloncesto, se levanta y se encuentra con la Selección jugando un partido a vida o muerte pues lo mismo le interesa.

En verano, las primeras horas de la mañana no son malas. Ya me sorprendió que el España-Angola, que se dio en directo a las seis de la madrugada, se esperase a las dos y media del mediodía para repetirlo. A esa hora es muy difícil no haberse enterado antes del resultado. La audiencia captada así lo demuestra, pues lo vieron 317.000 espectadores, sólo 98.000 más que en directo. Se da el diferido a las nueve o a las diez, y se consigue mayor audiencia pues cuando se levantan quienes están de vacaciones es como si lo vieran en directo. Cambiando hoy la hora, La Sexta entra además en competencia con la Fórmula 1. Y rompe con la liturgia de la que se precia toda gran competición. Yo creía que los horarios de un Mundial eran sagrados.