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Tres huevos de un pingüino

El silencio casi reverencial de los cuatro compañeros de Al Filo que estábamos en el Museo Británico de Historia Natural, sección Ornitología, era la mejor prueba de que algo extraordinario llegaba ante nuestros ojos. El biólogo responsable nos vuelve a advertir que sólo él tocará la caja con el precioso tesoro. Cuando por fin la abre, creo que hasta la cámara se estremeció un poco. Allí estaban: tres huevos de pingüino emperador. Vivíamos uno de esos momentos en los que te sientes testigo privilegiado de un hecho excepcional. Y lo éramos porque conocemos su historia, una aventura que pudo cambiar nuestra idea del mundo. Esos tres huevos los trajo a Londres Apsley Cherry-Garrard, el miembro más joven de la expedición del capitán Scott a la Antártida.

Wilson, responsable científico de la expedición, recorrió más de 300 km en pleno invierno antártico, en completa oscuridad y con temperaturas de 70º bajo cero, para recolectar unos huevos de esta especie y así demostrar la hipótesis que por entonces se barajaba de que los pingüinos emperador eran el eslabón perdido entre las aves y los reptiles. Se llevó como compañeros a Bowers y al joven Cherry-Garrard, quien calificó aquel viaje como "el peor viaje del mundo", y así bautizó un libro magnífico y estremecedor. No pudieron hacerles un primer estudio pues el inicio de la conquista del Polo Sur, el principal objetivo de la expedición, requería de todos los esfuerzos. El resto ya es historia conocida: un desolado, y ya maduro para siempre, Cherry-Garrard tuvo que enterrar en el hielo a sus compañeros, muertos de frío agotamiento y decepción mientras trataban de regresar. Cherry-Garrard llevó personalmente al Museo los tres huevos, sabiendo él, y sólo él, lo que habían costado. Pero ese día topó con una de esas especies tan abundante como molesta: el burócrata. Ante sus continuos desplantes, Cherry-Garrard exigió un recibo por aquel símbolo del esfuerzo del ser humano por hacer avanzar el conocimiento en medio de la oscuridad. El chupatintas le miró con asco, le extendió el recibo y le dijo: "deje los huevos hay encima y no es necesario que espere, puede irse". Hoy los huevos están donde deben, en uno de los lugares más importantes del mundo en el estudio de las aves. Y también está en un merecido lugar de privilegio el ejemplo de Cherry-Garrard y sus compañeros.

Sebastián Álvaro es director de Al Filo de lo Imposible, de Televisión Española.