Rojo pasión latina, rojo hematocrito

Veo el inicio de la ceremonia inaugural de Turín 2006, un inicio en color rojo. El rojo de la pasión latina, me dicen los locutores. Pero yo pienso en el rojo del hematocrito, que me figuro también de ese color, y que ha emborronado la víspera de estos Juegos del hielo y de la nieve. Un buen puñado de participantes ha sido apartado de antemano. Por hematocrito alto, un eufemismo que esconde algo más que la sospecha de haber utilizado EPO. Y en algún caso por rastros directos de EPO en el análisis. No hemos empezado y ya sufrimos unas cuantas bajas, y con ellas el bochorno, la evidencia de que ni la proximidad de Guariniello reprime esta lacra.

Porque estos Juegos se celebran en jurisdicción de Guariniello, el juez que mejor y más eficazmente ha perseguido el doping en el deporte, sin arredrarse ni ante Pantani, ni ante la Juve ni ante nadie. Para ello se apoya en una legislación italiana bastante dura, tanto que el COI ha conseguido del gobierno italiano la promesa, a mi juicio decepcionante, de un trato condescendiente con los deportistas que puedan ser cazados en estos juegos. Cómo será la cuestión que muchos países, entre ellos España, han enviado a sus delegaciones acompañadas de un servicio jurídico, para evitar la cárcel si hay problemas de doping.

Y también eso me decepciona, dicho sea de paso. Con Lissavetzky esperaba yo menos tragaderas con estos temas. Es verdad que el asunto estaba pactado de antes de su llegada, pero también es verdad aquello de no la hagas y no la temas. ¿Qué tememos? ¿No estamos tan seguros de ir limpios? Este periódico enviará unos cuantos redactores al Mundial de Alemania, por ejemplo, y no se nos pasa por la cabeza acompañarles de un abogado por si delinquen. Todo deporte que siga con esa tendencia al doping camuflado, al trapicheo y al pío, pío, que yo no he sido, está abocado a la senda del ciclismo. Y ya vemos lo que le está pasando al ciclismo.