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La gran batalla de Toulon

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Es probable que cuando lean estas líneas nuestros compañeros que están cruzando la Antártida ya estén a salvo en un barco ruso de vuelta a casa. Atrás quedarán cinco mil kilómetros de desierto blanco, casi cien días de vivir al límite en un lugar que se define como la total ausencia de vida, el lugar más hostil para la vida, casi un planeta aparte. Y también más de cinco años de preparativos y obstáculos burocráticos, de soportar que te llamen "iluminado" precisamente quienes nunca han estado ilusionados por algo en su vida. Pero lo que peor hemos llevado nuestros compañeros y yo han sido las zancadillas incesantes de ruines que querían que fracasáramos.

El remate de esa montaña de obstáculos ha sido el comportamiento de los responsables de la base francesa e italiana en Terranova Bay y Dumont D?Urville, donde pretendíamos terminar nuestra expedición. Desde luego que estaban en su derecho al negarnos su colaboración, pero tal actitud suena a chiste cuando se nos cuenta todos los días eso de la "tradicional amistad hispano-francesa" o la "construcción de una Europa fuerte". Si me preguntan, prefiero asociarme, a la vista de su comportamiento, con los rusos, que sí han sido generosos, solidarios y leales. Y esto me recuerda un episodio histórico que, de haberlo conocido antes, me hubiese puesto en guardia y, quizás, hubiésemos sido menos ingenuos. Ahora que hemos terminado de conmemorar la batalla de Trafalgar creo que es oportuno rememorar otra batalla: la de Toulon. El 22 de febrero de 1744 se libró este combate que supuso una de las victorias navales españolas más sobresalientes de todos los tiempos. Como luego en Trafalgar, franceses y españoles se enfrentan a una escuadra inglesa superior en número y potencia de fuego. Lo que no sabían Navarro, jefe de nuestra escuadra, y sus hombres es que tenían otro enemigo aún más cercano: los propios franceses.

A pesar de que el plan ideado por los galos era casi suicida, los buques españoles salieron al encuentro de los ingleses batiéndose con ellos en inferioridad durante más de seis horas y mientras los franceses se retiraban sin disparar un solo tiro. A pesar de todo, los españoles consiguieron hacer huir a los británicos no sin haber sufrido muchas bajas y serios daños en sus naves. De Court, el jefe de las fuerzas francesas, se excusó ante Navarro pretextando que no habían entendido el código de señales con banderas con el que se comunicaban. Luego, le dijo que debían volver a combatir al día siguiente. Navarro, consciente de que todo era fruto de una estratagema francesa para acabar con el poderío naval español, le dijo que de acuerdo pero que esta vez irían un barco español y uno francés interpolados, para "no perdernos como ayer". Como bien decía Navarro en su informe: " ...ni siquiera por generosidad" ante el castigo que estaban sufriendo sus aliados se dignaron ayudarles. Ni entonces ni ahora.