El amiguete del cuñado del amiguete...

Resumiendo: el director de la Ciudad del Fútbol de Las Rozas es el seleccionador nacional de fútbol sala, compatibilización de tareas que por sí resulta extraña. Y ocurre que el antedicho seleccionador de fútbol sala, al tiempo director de la también antedicha Ciudad del Fútbol de Las Rozas, confió el servicio de restauración de la misma a un amiguete y paisano. Previo concurso público (o así) no faltaba más. Y ocurrió que el Atlético de Madrid acudió, alegre y confiado, a esa Ciudad del Fútbol en busca de tranquilidad y buenos alimentos. Y hubo de lo primero, pero no de lo segundo. Con lo cual de lo primero tampoco hubo, sino lo contrario.

Dichosa Federación, Ínsula Barataria en la que Villar regodea su egoísmo así pinten bastos o espadas. Y dichoso Bianchi, triste gafarrón que enclaustró a sus jugadores en un antro donde entras feliz y sales con el bacín debajo del brazo. Y dichosísimo Cerezo, presidente del Atlético, humilde peón del villarato al que ahora toca sufrir las consecuencias del mismo en la forma de unos jugadores forzados a cuclillas, de una fecha perdida, de una urgencia más en un calendario cargado en el que abrir hueco para otro partido es una machada. En fin, ahí están Villar y sus amigos, repartiendo lo que hay, mientras dure. Que ya no será mucho.

Porque no deja de ser revelador. El fútbol come fuera de casa muchos días al año, en muchos aviones, en muchos hoteles, en muchas ciudades. Es rarísimo que se den estos casos. Y viene a darse justo en la Ciudad del Fútbol, donde el amiguete del amiguete del cuñado del amiguete es el que contrata al que hace la ensalada. Será vírico, dicen. Todos los papeles están en regla, dicen también. Pues los papeles estarían bien, pero la comida no. Y a mí no me extraña, porque hace tiempo que de esa casa, que es la de Villar y de su insufrible Padrón, no me extraña nada. Ni siquiera me extraña que la cocina esté dirigida por el seleccionador de fútbol sala.