El deporte tiene sus límites

El deporte tiene sus límites

En cuestión de minutos llegan a la redacción dos noticias: Nadal se retira y el Movistar navega tan maltrecho que no es capaz de llegar a Cádiz. Pues vaya. A Nadal le veíamos ya ganar el Masters, porque quien se quejaba de su estado físico era Federer, no él, y del Movistar, qué decir. Construido en los mejores astilleros, por los mejores diseñadores, con la mejor tripulación, capaz de establecer el récord de velocidad en 24 horas, le llega una ola y casi lo parte en dos. Cuando se construye un barco con materiales ligeros para hacerlo más rápido suele ser en sacrificio de la resistencia, pues se emplean componentes frágiles. Más o menos como le ha pasado este año a los McLaren. Correrían una barbaridad, pero se rompían como ninguno.

Lo de Nadal también puede tener su explicación. Suena raro que tres semanas después de haber ganado en Madrid las molestias le hayan impedido disputar el Masters, pero es que llega un momento que los ligamentos dicen basta. De Nadal sabemos que ha jugado este año 89 partidos, pero es que no son 89, sino 116; hay que sumarle 27 de dobles, los de la Davis más los de diez torneos en los que se inscribió. Y no en un año, sino en 294 días. A esto hay que añadirle, además, viajes a Australia, a Suramérica, a Norteamérica (dos veces), a China (otras dos) y por toda Europa cuando los viajes en avión no son los más recomendables para reducir inflamaciones. Todo tiene un límite y Nadal ha llegado al suyo. Como el Movistar.