Los Mundiales de atletismo regresan a Helsinki, donde nacieron hace 22 años. Antes no había Mundiales. Antes los mejores atletas del planeta se enfrentaban sólo en los Juegos Olímpicos. Hasta que el fallecido Primo Nebiolo se dio cuenta de que el atletismo hacía el tonto. Resulta que el atletismo generaba la mayor parte de los recursos olímpicos y, sin embargo, no era capaz de explotar en su beneficio los derechos de televisión. Pues al momento creó los Mundiales. Y al poco tiempo pasó a organizarlos cada dos años. Estrellas no le faltaban. En aquella primera edición las hubo a montones: Lewis, Moses, Bubka, Cram, Foster, Marlies Göhr, Marita Koch, Kratochvilova, Mary Decker, Greta Waitz, Heike Dreschler...

En la historia del atletismo es difícil encontrar tanta concentración de nombres legendarios. Algunos de sus récords perduran 22 años después. Fue aquella una época oscura también. Tiempos de la extinta RDA y de controles antidoping ineficaces, como quedó demostrado cuando en los Juegos de Seúl 88 el COI eligió a Ben Johnson como cabeza de turco para poner coto a los desmanes del atletismo. Sólo unos pocos sobrevivieron al mayor rigor de los controles. Aparecieron entonces los africanos. De ningún campeón en la primera edición, a doce en la última. En un cuarto de siglo, el atletismo ha dado un giro. Ahora las estrellas no llegan sólo desde el laboratorio; vienen también desde la cuna del hombre. Bienvenidas.