La montaña de los alemanes
En este año en el que se están conmemorando diversos hechos trascendentales de la Segunda Guerra Mundial me encuentro camino de una montaña ligada a ese momento crucial que siempre permanecerá en el recuerdo de la historia europea, a pesar de encontrarse a miles de kilómetros de allí. Y es que el Nanga Parbat, en el Himalaya pakistaní, se convirtió en una obsesión para la Alemania nazi, que quiso convertir su conquista en un símbolo del espíritu con el que Hitler soñaba construir un imperio nacionalsocialista que iba a durar mil años. Lo que en realidad ocurrió es que el culto al héroe, la supremacía racial y el valor supremo del sacrificio en la batalla que preconizaban los nazis se iban a estrellar trágicamente contra esta inmensa mole de 8.125 metros con el río Indo a sus pies, inmolándose en el intento la mejor generación de alpinistas germánicos de la época, por lo que el hierático e incontrolable Nanga se ganó merecidamente el sobrenombre de Montaña del Destino de los Alemanes y, también La Montaña Asesina.
La leyenda negra del Nanga Parbat comenzó con una fracasada expedición que tuvo lugar en el año 1932 y que fue liderada por Willy Merkl y en la que participaba Willo Welzenbach, inventor de la escala para graduar las dificultades en la escalada. Las tormentas y su inexperiencia acabaron por obligarles a desistir en su empeño. De regreso, en una escala en Egipto, un miembro de la expedición, Rand Herron, murió despeñado cuando escalaba ¡la pirámide de Keops! Bien puede decirse que él fue la primera de muchas víctimas causadas por el empeño de escalar el Nanga, convertido por la propaganda nazi en una cuestión de honor nacional para Alemania. Pero lo más curioso es que estos jóvenes alpinistas no eran nazis exaltados. Aunque como en todas las mareas nacionalistas, se dejaron arrastrar, como casi todo el pueblo alemán, a la que a la postre sería una bárbara destrucción de dimensiones apocalípticas. Aquellos excelentes alpinistas aceptaron participar en una aventura que, finalmente, acabó tiñéndose de tragedia. El intento de 1934, liderado de nuevo por Willy Merkl se saldó con diez muertos, entre ellos el propio Merkl y Welzembach. Los nazis trataron, en vano, de silenciar este nuevo fracaso y se organizó otra expedición a esa montaña que ya para el pueblo alemán se había convertido en un enemigo a batir costase lo que costase. De hecho, parece ser que Hitler le dijo al líder que "deberían llegar a la cima o morir". Y, en efecto, así ocurrió.
La noche del 14 de julio de 1937, mientras se encontraba en el campamento IV prácticamente todo el grupo, formado por siete alpinistas y nueve serpas, un alud los sepultó a todos. Sólo se salvaron dos científicos que en esos momentos no se encontraban durmiendo en el campamento. La flor y nata del alpinismo alemán había sido borrada del mapa. En tan sólo dos expediciones a la montaña del Destino habían muerto veintiséis hombres. Antes que en las trincheras de la Segunda Guerra Mundial, los hombres ya estaban empezando a morir en las montañas.
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Sebastián Álvaro es director de 'Al Filo de lo Imposible'.