La F-1 renuncia a las audiencias

La F-1 renuncia a las audiencias

Esta mañana, a las diez, podremos ver -o habremos visto- por última vez la segunda serie de calificación para formar la parrilla de salida en la Fórmula 1. El invento ha durado cinco carreras. A las escuderías no les gustaba el sistema. Tenían mucho que perder y poco que ganar. Hoy, por ejemplo, los primeros clasificados se arriesgan a salir los últimos en la carrera en cuanto tengan un despiste, a cambio de ganar una o dos posiciones si lo hacen muy bien. Es un juego con una apuesta muy peligrosa. Hacer bien la calificación no asegura ganar la carrera; hacerla mal sí asegura perderla. Sucede lo mismo con una serie de calificación única, pero si en vez de una serie se corren dos, el riesgo es doble.

Las escuderías y los pilotos estarán muy contentos, pero el resultado es que los telespectadores perdemos un invento que había tenido gran aceptación. Las diez de la mañana de un domingo no son horas para ver la tele, pues aún así las audiencias de la segunda calificación eran muy altas en España, y se supone que también en los países de mayor tradición automovilística: 1,1 millón en Bahrein, 1,2 en San Marino y 1,5 en Montmeló. Audiencias similares a las de la primera serie de calificación, pese a que ésta se disputa el sábado a una hora más comercial. Debe de ser la primera vez que un deporte suprime algo que funciona. Han primado los intereses de los protagonistas, no de los espectadores.