Ha vuelto un Caníbal y es Rossi

Ha vuelto un Caníbal y es Rossi

Exhibiciones como las de Rossi ya no se conocen en el deporte moderno. Indurain nos acostumbró a ser generosos con los rivales y permitirles victorias parciales, Ferrari nos mostró hasta dónde pueden llegar las órdenes de equipo cuando ordenó frenar a Barrichello para que ganara Schumacher, el mismo Pedrosa nos aleccionó ayer sobre cómo correr con la calculadora en la mano para evitar riesgos en la consecución de un título mundial. Los tiempos de Merckx, el Caníbal, quien lo ganaba todo, pertenecían al pasado. Hasta que Rossi ha tomado su testigo. Rossi, ayer, escupió por el colmillo, se enfundó el casco, abrió gas y se fue a por Sete. El Mundial parecía no importarle. Él lo único que quería era ganar a Sete.

La victoria le daba el título. Ser segundo, también. Puso en peligro la obtención del título, la de su propio desafío de ganar el Mundial con una moto peor que la de sus rivales, la de incluso su vida para quedar por 36ª vez delante de Sete. Y es que Rossi, al margen del pique que pueda mantener con Sete, es así, espectáculo en estado puro, como proclamó a los cuatro vientos con su camiseta. Él no vive el mañana; sólo existe el hoy. Ese hoy es montar en moto y disfrutar ganando. Cuanto más difícil, mejor. Por eso cogió este año la Yamaha y por eso ayer se fue a por un Sete enrabietado como nunca. Tampoco hay que echárselo en cara. Así, cuando se le gana, y Sete lo ha hecho nueve veces, se sabe que la victoria es legítima.