El último relevo, para el Príncipe

El último relevo, para el Príncipe

Madrid va a convertir en un acontecimiento el paso de la llama olímpica. No será la primera vez que la reciba, que ya pasó por la ciudad en 1968, camino de México, y en 1982, camino de Barcelona. Ahora va camino de Atenas, de regreso al país de donde salió, porque ahora el fuego de los Juegos se pasea por el mundo, aunque no tenga necesidad de ello. La llama siempre se enciende en Olimpia —en la antigüedad el fuego no se apagaba— y se traslada al pebetero del estadio sede de los Juegos. Ahora hay una novedad. Ya no va directamente. El COI comercializa la llama y para rentabilizarla se lleva por los cinco continentes. Pagan Coca-Cola y Samsung.

Esta vez el paso de la antorcha por Madrid tiene un significado especial. De hecho, Madrid puso un gran empeño y tuvo que hacer uso de sus mejores contactos —léase Samaranch— para que recalara en la ciudad. Madrid se ha tomado pero que muy un serio su candidatura olímpica y, desde entonces, no deja pasar oportunidad alguna para empapar de olimpismo a sus ciudadanos. Por eso ha preparado con especialísimo interés el recorrido de la llama por las calles, porque confía que ese fuego vuelva en 2012, no para pasar, sino para quedarse. El alcalde, Ruiz Gallardón, se ha encargado personalmente de muchos de los detalles.

Uno ha sido evitar el paso por Atocha. Madrid no olvida el 11-M, pero tampoco cada acto que se celebre en la ciudad puede estar recordando continuamente la tragedia. Otro, aceptar que la antorcha sólo la porten deportistas. Es una manera de evitar los compromisos de políticos y empresarios que se le amontonaban sobre la mesa. Buena decisión que Manel Estiarte, quien no portará la llama ese mismo día por la tarde en Barcelona, sea el primer relevista. Estiarte fue el último abanderado de España. El último relevo está reservado para otro olímpico, que también fue abanderado español. Se llama Felipe de Borbón. Sólo tiene que decir que sí.