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Venus y el K2

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Hace dos días ocurrió un fenómeno astronómico que ninguno de los que habitamos hoy la Tierra ha visto antes, pues la última vez que ocurrió fue hace 122 años. El tránsito de Venus nos ha pillado en nuestro particular tránsito hacia el K2. No le hemos podido prestar toda la atención que merecía pues la situación en Pakistán está algo agitada a cuenta de los recientes enfrentamientos entre suníes y chiíes tras el asesinato en Karachi de un líder suní. Este acontecimiento natural ha sido una noticia más o menos curiosa que muy probablemente habremos olvidado en unos pocos días. Pero el 12 de agosto de 1768, cuando el Endeavour largó amarras en Plymouth, se trataba de un acontecimiento científico sin paragón que bien merecía arriesgar la vida de un puñado de hombres.

Al mando de los que tripulaban el Endeavour estaba el teniente James Cook. Su misión bien podríamos equipararla a la del comandante de una nave espacial de nuestros días. No sólo se trataba de un viaje de descubrimientos. Aquel buque era también un laboratorio donde probar tecnologías y recoger especímenes. En especial, la tripulación se convertiría en conejillos de indias en la lucha de la Marina contra el azote de los mares, el escorbuto, una enfermedad derivada de la falta de vitamina C que diezmaba las tripulaciones. Pero además Cook debía encontrar una mancha de tierra de apenas 30 kms. de diámetro, descubierta por los europeos tan sólo un año antes, en algún rincón del Pacífico Sur. Aquel barco, de la misma manera que aquellos exploradores que recorrieron por primera vez el Karakorum en busca del K2, bien podría estar navegando hacia la Luna o hacia Marte, Por supuesto, nada sabían de los peligros y las culturas que podrían encontrarse ni las condiciones del océano. Cook calculaba que perdería la mitad de la tripulación. Pero el riesgo valdría la pena si fuese posible observar el tránsito de Venus. Con los datos obtenidos por Cook y otros muchos observadores en diversos puntos del planeta, los astrónomos podrían calcular nada menos que el tamaño del Sistema Solar, que por aquel entonces sólo tenía seis planetas en órbita alrededor del sol, pues Urano, Neptuno y Plutón aún no habían sido descubiertos.

Así pues, contemplar aquella pequeña sombra pasando sobre el sol era para todos aquellos aventureros un objetivo apasionante. Cuando la nave de Cook llegó a Tahití, habían pasado ocho meses de travesía en los que había perdido a cinco hombres en el cruce del Cabo de Hornos y a otro que se suicidó. Tuvieron la suerte de cara y pudieron observar el tránsito sin mayores problemas. Pero Cook no podía regresar a casa. Tenía órdenes secretas de buscar la mítica Terra Australis Incógnita. Lo que acaba de ocurrir frente al sol y estos primeros días de marcha de aproximación se han aliado para llevarnos a otro tiempo lleno de pasión, cuando gran parte de la Tierra era aún un misterio y tras los telescopios o los mapas se encontraban grandes exploradores.

Sebastián Álvaro. Es director del programa Al Filo de lo Imposble, de TVE.