"Cuando empiezas comiendo piedras y ganas, lo disfrutas"
Hace 20 años, en el Europeo de Helsinki, la sincro española se colgó sus primeras medallas absolutas. Anna Tarrés y Gemma Mengual charlan sobre su edad de oro.
Gemma Mengual (Barcelona, 43 años) llega con su coche nuevo, recién sacado del concesionario. Anna Tarrés (Barcelona, 52) acude 30 minutos tarde de la hora pactada, y lo hace en una bicicleta eléctrica. Ambas se sientan en una terraza en la Barceloneta y recuerdan cómo 30 años atrás se conocieron en el Kallipolis y empezaron a escribir el libro de oro de la sincro española. Hace 20 años, la exnadadora, que ahora colabora con el equipo nacional, consiguió en Helsinki la primera medalla internacional (un bronce en solo y otro en dúo con Paola Tirados) de un deporte que saltó del anonimato a las portadas. Tarrés, ahora asesora de Grecia, forjó un grupo ganador.
-Anna Tarrés: Lo que más recuerdo de Helsinki y de esa primera medalla, Gemma, fue estar en la grada, esperar angustiosamente, escuchar las puntuaciones y bajar como una loca. No recuerdo exactamente qué pasó en esa espera.
-Gemma Mengual: Porque primero salí yo y luego la italiana. Y hasta que no dieron su nota, no supimos el resultado. Llevastéis una pancarta grande que ponía ‘Estrellita Mengual’. Fue muy divertido, aunque nos pasó de todo en ese campeonato.
-A. T.: Empezando porque en el aeropuerto me robaron la maleta con las músicas, que las llevaba en cedés. Tuvistéis que viajar sin mí. Menos mal que nos lo editó un músico que lo tenía grabado en su estudio y pudimos volver a hacerlos deprisa y corriendo. Llegué un par de días tarde.
-G. M.: Y lo que le pasó a Raquel Corral...
-A. T.: Cierto. Todo fue por estas fechas, después de San Juan. Y en la celebración le explotó un petardo cerca del ojo. Tuvimos que llevarla al hospital y Gisela Morón ocupó su lugar. El equipo estaba por encima de todo, lo teníamos muy claro.
-G. M.: Llevábamos muchos años juntas, Anna.
-A. T.: Me encuentro contigo cuando eras alevín y estabas en el Kallipolis. Cogí a un grupo de chicas que era un Dream Team. Quedamos campeonas de España y luego fuimos parte de la Selección española. Tenías mucho nivel, pero tú estabas por encima de la media. Eras ya la estrellita.
-G. M.: Teníamos ilusión, hambre... Todo era nuevo para nosotras. Recuerdo que me llamábais Estrellita Castro, y eso que yo era tímida.
-A. T.: Gemma, ibas de diva, pero es que creo que te aburrías, todo lo hacías con facilidad. Siempre fuiste la mejor, todas te querían copiar. Aprendiamos del ensayo-error, de las mayores y de lo que veíamos fuera.
-G. M.: El primer impulso lo damos sobre 1992 cuando vamos al Centro de Tecnificación de la Catalana. Allí estábamos ocho horas en el agua, entrenábamos dos veces al día y recuerdo incluso de estudiar en el centro. Todo era cómodo, fue el primer cambio en mi vida.
-A. T.: Nos acercamos a las ciencias del deporte. Yo venía de estudiar filología anglogermánica y todo era nuevo. Empecé a conocer estudios sobre nuestro deporte y también a personas que te van dando información y te acompañan en el camino, como Antonio Aparicio.
-G. M.: Sí, quien nos ayudaba con la preparación física.
-A. T.: Nos teníamos que espabilar. Me pasaba todo el día buscando músicas y a gente que pudiera hacerme los cortes. Me desplazaba a la universidad a ver quién me podía ayudar. Como la rutina titulada 'El Pájaro de Fuego', con la que ganamos la primera medalla júnior en 1994.
-G. M.: Sí, ¡qué campeonato! Vencimos a la ucraniana. Recuerdo que al principio viajábamos prácticamente solas, de las concentraciones en los hoteles, de las comidas, de los campeonatos... Quizás el punto de inflexión, cuando nos empiezan a tomar en serio, fue en 1995.
-A. T.: Todo empieza ahí, en el Europeo de Viena. Fue un antes y un después. Conseguimos ir a ese torneo gracias al ímpetu de la Federación Catalana. No había selección española y se creó rápidamente. David Moner y Jesús González hicieron la selección en un despacho: siete catalanas y tres canarias. Y en ese campeonato el presidente nos reprendía por hablar en catalán. Acabamos quintas. Igual que los waterpolistas, pero sin experiencia.
-G. M.: Fue paso a paso. Del 95 a Sevilla 97 subimos un puesto, estuvimos cerca de esas medallas que llegaron en Helsinki 2000. Pero nuestro gran campeonato fue el Mundial de Barcelona 2003, allí cambió toda nuestra historia.
-A. T.: En Barcelona empezamos a ser portadas de periódicos. Todas las competiciones que se hicieron en casa nos ayudaron a entrenar más y a sentirnos más cuidadas. Por ejemplo, en Barcelona 2003 nos pusieron una colchoneta en la plataforma que nos ayudaba en nuestra coreografía.
-G. M.: Y ese stage con las japonesas...
-A. T.: Sí, estuvieron 15 días en el CAR. Nos enseñaron lo que sabían y tú, Gemma, les ganas luego. Absorbimos todo su conocimiento y luego nos pusimos por delante. Ahí se vio que aprendías rápido. No ha habido ninguna nadadora como tú, Gemma. Quizás no fuiste la mejor técnicamente. Pero tenías esa virtud de acariciar el agua, de jugar con ella, de desarrollar ese estilo creativo y emocional. Una mezcla entre inocencia y estilo inconfudible.
-G. M.: Mis famosas mengualadas... Éramos medallistas mundiales, éramos estrellas. Fue un antes y un después. Luego la gente me paraba por la calle y decía ‘mira la Mengual’. Estaba en todos los sitios, nunca me había pasado vivir algo así. Hacía entrevistas continuamente...
-A. T.: Siempre cuidamos mucho nuestra imagen y buscamos tener repercusión. Aprovechamos la oportunidad, como aquel anuncio de Freixenet que nos adentró en el mundo del cine y de la publicidad. Incluso les dimos ideas para mejorar el anuncio. Fue uno de los mejores momentos
-G. M.: Pero sin duda los mejores años fueron 2008 y 2009.
-A. T.: Creo que 2009 fue el mejor. Con vuestra generación trabajamos mucho. Pasastéis de venir cada día en tren, a ganar dinero para compraros un coche. Ahora nadie va en tren. Cuando empiezas comiendo piedras y ganas, es cuando lo disfrutas.
-G. M.: Al inicio no teníamos ni habitación para descansar entre entrenamiento y entrenamiento. Luego, muchas del equipo dormían en el CAR.
-A. T.: ¿Te acuerdas que un mes y medio antes del Mundial de Roma 2009 no habíamos preparado ni el solo ni el combo?
-G. M.: Nuestra resaca de los Juegos de Pekín fue muy larga. Hasta marzo no empezamos con doble sesiones.
-A. T.: Solo querías entrenar en la piscina exterior para estar al sol ocho horas.
-G. M.: Mejor fuera, claro (sonríe).
-A. T.: Un día que estaba enferma en casa y en una competición de gimnasia escuché la canción de Ray Charles que podía ser ideal para el solo.
-G. M.: Y me mandaste a ‘Discos 100’ a por esa música, el encargado se volvió loco buscándola. Lo montamos en solo en 15 días. Y vine también con una canción de ‘Led Zeppelin’ que había visto con mi padre, y que nos sirvió para el combo.
-A. T.: Merecías el oro en el solo libre. Me enfadé mucho. La jueza de Aruba te puso 9,2, aún lo recuerdo. Llevábamos toda la vida escuchando que ya llegaría ese oro, esa victoria contra Rusia, y ese era el momento. Nunca llegó en un Mundial.
-G. M.: Había consenso en la grada, querían que ganara ese oro, me dio pena, me frustré. Me sentí arropada, pero fue duro. Fue el broche a mi etapa. Luego ya decidí ser madre.
-A. T.: En ese momento, pasaste la adolescencia que no habías vivido en su momento. Te interesaban más otras cosas que la disciplina del día a día. Nuestro puzle dejó de encajar.
-G. M.: Veníamos de una época intensa, hubo un relax y cada una evolucionó diferente. Tuve unas necesidades y tú otras.