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RAYO VALLECANO I ENTREVISTA AS

Bebé: "Los momentos del hospital fueron los peores de toda mi vida"

El extremo (Agualva-Cacém, Portugal, 1990) ha dejado atrás la grave lesión de cruzado. Su gol en Almería fue la llave de la victoria de un Rayo con el que pronto termina contrato. Su deseo es seguir en Vallecas y hacerlo en Primera. Promete alegría y cañonazos, sus sellos de identidad.

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Bebé posa para AS en la sala de prensa antes de la pandemia.
RAFA APARICIO

Bebé es el hombre de la eterna sonrisa. Viéndola, pocos pueden imaginar el calvario que ha vivido durante más de un año. El extremo estaba en su mejor momento cuando se rompió el cruzado de la rodilla derecha un 26 de octubre de 2019. Ahí empezó su infierno: operaciones, largas estancias en el hospital, dolores, tristeza... Un bache del que salió de la mano del doctor Beceiro y el capitán Alberto, sus pilares. Paulatinamente fue recuperando la alegría, el reggaeton y su esencia. También regresó el fútbol, ese que muchos calificaban ya como un imposible. 'Pai', como le apodan en el vestuario, puesto que sólo su abuela le llama Thiago, ha vuelto y va coleccionando minutos, tantos —lleva tres en Liga, entre ellos, el golazo de falta al Zaragoza— y protagonismo. Su vida no ha sido fácil (el tatuaje de su gemelo se lo recuerda), pero ha aprendido de todos los obstáculos superados. Ahora disfruta más de cada minuto, de cada entrenamiento, de un camino cuya meta es el ascenso. Confía en sus compañeros y en defender la Franja en Primera porque el Rayo es su casa y quiere continuar. Ese siempre ha sido ese destino al que volver. Su hogar. Uno de los 'culpables' de esa eterna sonrisa...

—Marcó el gol de la victoria en Almería y suma ya tres en Liga, ¿estamos empezando a ver al mejor Bebé?

—He tenido un tiempo para adaptarme después de la lesión, en los primeros partidos todavía no me sentía físicamente bien y la rodilla no acompañaba mis movimientos. Ahora estoy en un momento de forma similar al de antes de romperme. Debo intentar seguir este camino.

—Justo antes de la rotura del cruzado decía que se sentía más maduro, ¿y ahora?

—Muy bien, pero pasé un momento complicado con esta lesión. Mi cabeza es más madura porque tuve que pensar en muchas cosas. No sabía si iba a volver a jugar al fútbol, a estar con mis compañeros, a chutar el balón… Eso me ayudó en lo personal a tomar mejores decisiones. Ahora tengo la madurez de antes y un poco más.

—En este proceso de recuperación, ¿cuántas veces temió no poder regresar?

—Me operaron en dos ocasiones, me abrieron otras dos para hacer una movilización o algo así y al quirófano entré un montón de veces para meterme un catéter por la espalda y la pierna. Había momentos en los que bajaba de la habitación a la fisioterapia animado, pero al final del día subía llorando, triste, sin ganas de escuchar música, me cerré en mi mundo, me sentía solo… Sólo pensaba en cuándo regresaría y si podría hacerlo. Los doctores me decían: ‘No vamos a desistir. Haremos todo lo que sabemos para ayudarte, pero está complicado’. Fueron unos meses difíciles de mi vida. Pensé que no volvería a jugar al fútbol porque mi rodilla estaba hecha una mierda.

—Usted, el hombre de la eterna sonrisa, ¿ha llorado mucho?

—Imagínate, de tres semanas que estaba en el hospital, me pasaba dos llorando. Lo hacía todos los días del dolor, de la impotencia, de necesitar ayuda para todo… Tenía una persona pendiente de mí para ir al baño, ducharme… No me gusta depender de otros. Además, soy muy alegre, pero en el hospital pegué un bajón muy grande. No me cortaba el pelo ni la barba, todo me daba igual... Estaba metido en la habitación y no quería hablar con nadie. No contaba cómo me sentía y si me preguntaban decía que bien. Me encerré y me costó mucho salir.

—¿Cuándo llega ese punto de inflexión?

—Fue cuando el propio hospital empezó a darse cuenta de que yo estaba mal. Quería salir de allí e irme a casa. Veía a muchas personas mal y eso me hundía más. El doctor y el fisioterapeuta vieron que me encontraba en una situación complicada y me preguntaron si quería hablar con una psicóloga. Tuve dos conversaciones con ella y me ayudó un montón. Me dijo las cosas como son, claras, que no podía dejar de ser yo: alegre, con mi música, hablando con todo el mundo… Empecé a hacer todo eso otra vez. Al día siguiente llamé a mi peluquero para cortarme el pelo y sentirme mejor conmigo mismo. Los momentos del hospital fueron los peores de toda mi vida.

—Y eso que no ha tenido una vida fácil...

—Ha sido muy complicada, pero antes había pasado por cosas que no veía imposibles como ésta. Con la lesión me planteaba: ¿Y si tengo que dejarlo? Amo el fútbol, tengo 30 años, me siento bien físicamente y con ganas de demostrar más. Me mataba pensar en no poder volver a jugar. No estaba preparado para eso, para dejarlo y así. Ya había pasado por algo similar con 20 años, cuando se me rompió la rodilla por primera vez, pero entonces recuperé bien.

—No le contaba su situación a los demás, ¿por no preocupar?

—Sólo se lo conté a las personas que estaban en Madrid, pero a mi familia (su madre, abuela y hermanos) y amigos de Portugal no les dije nada. Sabía que iban a preocuparse mucho sabiendo que me operaron un montón de veces, que estuve ingresado casi un mes, que perdí muchos kilos y me quedé más delgadito… Por eso preferí no contar nada, pero pienso que ha sido peor. Aunque ahora lo importante es que todo eso es pasado.

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—¿Y en esos instantes se miraba el tatuaje de la Casa do Gaiato en el gemelo?

—Estuve diez años viviendo ahí dentro, me lo tatué al salir porque marcó mi vida y siempre está conmigo. Durante la lesión se me pasaba todo por la cabeza y pensé en los momentos en los que estuve allí... Pasé mucho dolor, no se puede ni describir con palabras. Cuando haces fisioterapia e intentan doblarte la pierna, tienen que inyectarte cosas para no sentirlo, pero ahí sigue…

—Disfrutó de sus primeros minutos contra el Fuenlabrada y su primer gol, a Las Palmas, tuvo una dedicatoria muy especial... Hábleme del 'doc' y Alberto.

—El doctor Beceiro, desde que llegué al Rayo, ha sido muy importante. Siempre me ha apoyado, ha estado pendiente de mí, si estoy bien en casa, de peso… Es un segundo padre para mí. En esta lesión vino todos los días a verme al hospital por la mañana. Esos detalles te marcan. Va a estar en mi vida siempre. ¡Cómo me insistía para que no tirase la toalla! Fue de las pocas personas que creía que conseguiría volver a jugar...

—¿Y el capitán?

—Cuando llegué al equipo no hablábamos mucho, somos muy diferentes, pero nos lesionamos al mismo tiempo y coincidimos en el hospital. Ahí se creó un vínculo especial y ahora le considero un hermano mayor: me cuida, me escribe todos los días, está pendiente de qué necesito... Ha estado a mi lado siempre. Nosotros sabemos lo que pasamos, lo que lloramos juntos, los dolores que sufrimos… No olvido a quien me hace bien y quiero a esas personas a mi lado. Fuimos un apoyo el uno para el otro y no se me olvida un detalle que tuvo en el hospital. Yo estaba fatal, muriendo de dolor, con fiebre… Y de pronto aparecieron sus hijos pequeñitos con una tarta que habían hecho para mí.

—¿Ahora valora más los pequeños detalles?

—Estoy disfrutando de los partidos, los entrenamientos… Tengo muchas ganas. Le doy más importancia a los detalles y no sólo hablo del fútbol. Es que hoy estamos y mañana no... Hay que aprovechar al máximo y vivir la vida, con cabeza y responsabilidad, pero sin miedo. La gente creía que no iba a volver y estoy jugando, marcando, siendo importante en el equipo…

—Ha estado en el Rayo en diferentes etapas, ¿cómo está siendo ésta?

—Tenemos un equipo que, en este momento, debía estar primero o segundo. Hay un grupo muy top, fuerte, unido, con grandes jugadores… Sabemos cuál es el objetivo, no estamos lejos y tenemos que seguir trabajando como lo estamos haciendo. No bajar los brazos. Sé perfectamente que vamos a llegar donde queremos, que es subir. Confío completamente en este bloque.

—¿Ese objetivo es el playoff?

—Nos tenemos que centrar en él porque el ascenso directo no es imposible, pero sí muy difícil. Debemos intentar quedar lo más arriba posible y esperar a ver quién nos toca en el playoff. Tengo la certeza de que ningún equipo querrá jugar contra el Rayo. Ellos saben que somos fuertes.

—Iraola confesó en rueda de prensa que siempre le anima a tirar

—Es de las cosas que tengo más fuertes. Si no chutas, no marcas. Hay que intentarlo. Soy atrevido, me gusta arriesgar y remato sin problemas. El míster me da confianza y me dice que tire las veces que sea sin miedo. Antes no lo hacía tanto como ahora. Llevo unas semanas con suerte y hay mucho trabajo detrás. Sé que mis compañeros me necesitan y quiero estar bien. En las celebraciones de mis goles, ellos me transmiten un mensaje de lo mereces, estamos contigo...

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—También la afición le quiere y se pregunta qué pasará con su futuro porque termina contrato, ¿cómo está el tema?

—Bien. Yo hablé con quien tenía que hablar del club y ellos conmigo y con mi representante. Ahora es cuestión de llegar a un acuerdo. Estoy abierto a escuchar al Rayo porque me quiero quedar. Me siento bien aquí, a gusto, feliz. Pero no depende sólo de mí…

—¿Qué significa el Rayo para usted?

—Me ha marcado. Es parte de mi vida. Siempre que me iba terminaba volviendo. Me identifico mucho con el club, con la afición, con el barrio... Es muy familiar.

—Estos días se ha reabierto el debate del racismo en el fútbol y usted, que ha pasado por diferentes ligas y países, ¿lo sigue percibiendo? ¿Ha sido víctima de algún episodio?

—Yo nunca sentí eso del racismo, pero sí hay mucho. No sé cómo hay gente que todavía sigue pensando así. El mundo avanza y las cosas cambian. Y esas personas son cortas de mente. El racismo es algo muy feo. Y hay determinados comentarios que ni en broma...