RAYO VALLECANO I ENTREVISTA AS
Qasmi: "En el Rayo todavía no se ha visto al Yacine del Elche"
El delantero (Pontoise, Francia, 1991) regresó al once del Rayo casi dos meses después. Cuajó una gran actuación en el derbi de Santo Domingo, donde voló y anotó su segundo gol en Liga. Ese Qasmi recordó a su mejor versión, la del Martínez Valero, la que ya empieza a asomar...
—Las victorias contra Zaragoza y Alcorcón han sido balsámicas, han dejado atrás la peor racha del curso…
—Veníamos de sacar tres puntos de quince y ahora hemos recuperado la marcha. Todos sabemos que, a lo largo de la temporada, existen rachas buenas y malas. A nivel de juego no éramos tan vistosos ni como el Rayo del principio, pero siempre teníamos ocasiones y algún fallo en los minutos iniciales por el que debíamos remar a contracorriente. Lo más difícil de una mala racha es salir de ella y nosotros ya lo hemos hecho.
—Es una inyección de moral para lo que se les viene: Sporting y Almería.
—Tenemos una semana complicada, pero nos viene mejor jugar contra rivales directos a los que puedes alejar de tu puesto o recortarles distancias. La realidad es la que es, primero hay que asegurar el playoff y si llega la oportunidad de escalar no la dejaremos pasar. Hay que ir partido a partido. Por nuestro estilo de juego nos viene mejor enfrentarnos a equipos que quieran también jugar y nos dejen espacios.
—Volvió al once casi dos meses después y marcó, ¿cómo se encuentra en lo personal?
—Bien. Cuando no estaba jugando intentaba ayudar a mis compañeros desde donde estaba, si tenía que entrar tres minutos lo hacía. No soy de los que pone mala cara por eso. Me encantaría jugar todos los partidos, pero igual que hay rachas de resultados las hay también de forma. Estos meses he trabajado más y ahora estoy recogiendo los frutos. Me siento mucho mejor. Cuando te dan la oportunidad, no quieres volver a quedarte fuera.
—¿Y cómo gestiona un delantero ese tiempo sin marcar?
—A nivel de goles, desde que estoy en el Rayo, los números son horrorosos, pero lo llevo bien. Del partido del Alcorcón, incluso sin marcar, me hubiera ido con una sensación muy buena. Me sentí muy cómodo. Aquí aún no se ha visto al Yacine del Elche, pero en Santo Domingo sí me noté a un nivel parecido al de entonces. Y esa sensación me ha liberado más que el gol. Ahora tengo que mantener ese listón.
—Tras su doblete en Copa al Haro ya declaró que 2020 había sido "horroroso", pero que este 2021 lo afrontaba con mentalidad renovada para sacar su mejor versión.
—El año 2020 fue horroroso. No voy a culpar a la pandemia, ni al cambio de club… La culpa es mía y el primero que se enfada si no marca soy yo. La gente se equivoca en eso. No estoy aquí para fallar sino para marcar todo lo que pueda. La autocrítica siempre está bien para poder mejorar. Hablé de limpiar la cabeza porque si te quedas en todas las que fallaste en el pasado te ahogas. Hay que quedarse con la parte de esos errores que te haga no volver a cometerlos. No voy a decir que 2021 esté de maravilla, pero algo ha mejorado y debo seguir así.
—Tiene contrato hasta 2022, ¿su sueño sigue siendo triunfar con el Rayo? ¿En algún momento se ha arrepentido de venir?
—No. No me arrepiento de nada. El Rayo es un club muy grande, con una historia y una afición maravillosas. Las cosas no me han salido del todo bien, pero no voy a culpar a nadie. Ha habido un cúmulo de circunstancias. Al poco de llegar y marcar en Albacete comienza la pandemia y paramos varias semanas. No son excusas. Es el destino. No voy a rendirme. Lo más fácil hubiera sido salir en invierno a otro equipo donde jugara todo, pero he venido aquí para demostrar lo que tengo y no me rendiré. El pasado mercado invernal le dije a mi representante, desde el principio, que no iba a salir. Por eso, me hacían gracia los rumores. Pasé el último día de mercado más tranquilo que nunca.
—¿Cómo se cocinó su golazo en Santo Domingo?
—Cuando vi a Lucho (Advíncula) arrancar tenía mucha confianza en él. Y nada más ver salir el balón, pensé que era mío, llegué a toda leche y cabeceé. Lo celebré con él porque la jugada es suya. Nunca hay que olvidar a quien te da el pase. Para marcar necesito a quien me da el pase porque no soy Messi ni Cristiano que cogen la pelota y se van solos. El gol fue un 70% de Lucho.
—Su celebración, llevándose el dedo a la boca, como mandando callar, ¿qué significó?
—¡Era por un reto! No estaba dirigido a nadie. Si alguien se ha ofendido igual es por algo, porque seguramente habrá hablado mal…
—Hábleme de la importancia de la familia y sus consejos.
—Mis padres saben cómo soy y que soy muy exigente. Cuando no juego, a veces, ni descanso. Pienso que es porque no estoy haciendo las cosas bien y debo trabajar más. Si me tienen que poner los pies en la tierra, lo hacen. Y si me tienen que animar, también lo hacen.
—Lleva Qasmi en su camiseta en homenaje a ellos.
—La gente no sabe los sacrificios que han hecho mis padres para que esté aquí. Mi padre se levantaba una hora antes para llevarme a los entrenamientos del PSG y salía algo más pronto para recogerme. Hubo más sacrificio que premio.
—Siempre priorizaron su educación...
—Llegué a un acuerdo con mi padre, por el que me dejaba jugar al fútbol si estudiaba. Me saqué una carrera y me confesó que había llegado más lejos de lo que esperaba. Se me daba bien la escuela, tenía facilidad para entender las cosas. Siempre me inculcó que si no salía lo del fútbol tendría mi carrera, Contabilidad Financiera de Empresa.
—¿Y cuántos idiomas domina?
—Hablo cuatro: español, francés, árabe e inglés. Perdí el quinto, el alemán, por no practicarlo. Tengo familia allí por parte de madre.
—¿Qué recuerdos guarda de su vida en París y con el PSG?
—Entré con 9 años y estuve hasta los 21. Pasé por toda la formación, debuté en la Europa League con el primer equipo con 19 años y era un fijo en los entrenamientos. Recuerdo que Makelele me daba consejos. Veía todo aquello como algo normal y no lo era. Era algo bonito, por lo que debía pelear. Creí que ya había llegado, que era uno de ellos y no era verdad. Ellos llevaban diez años y yo, diez días. En el mundo del fútbol muchas veces perdemos la percepción de la vida real. Cuando estás arriba toda la gente te quiere y todo te lo regalan, pero si bajas el nivel ya no. Cada año había amigos a los que no renovaban. He visto caer a muchos.
—Después pasó al Stade Rennes.
—Tenía un entrenador complicado. Firmé para el primer equipo, pero no entraba en sus planes. Fue la peor cara de la moneda. Me ponía de lateral derecho, siendo zurdo. En invierno le pedí jugar con el filial los fines de semana. No fui el único con el que no contaba. A Yacine Brahimi, ex de Granada y Oporto, le decía que no tenía nivel para jugar en Primera.
—Luego se produce el salto a España y encadena Getafe B, Sporting B, Sestao River, Compostela, Alcoyano, Mérida, Melilla y Elche.
—La experiencia con el Sporting B fue rarísima porque metí cinco tantos, pero pegué 17 veces en los palos. Tuve de entrenador a Palop en el Alcoyano y a Eloy Jiménez, en el Mérida. Este último había sido delantero y me daba muchos consejos. Melilla era mi cultura y mentalmente estaba tan bien que se reflejaba en el campo. El segundo año con Carrión fue muy bueno y marqué un gol de penalti al Real Madrid en Copa. Entonces, se fijaron más en mí. He pasado por muchos clubes porque me gusta firmar sólo un año. Ahí me la juego porque te puede salir perfecto o muy mal.
—Y ha vivido todo ese trasiego lejos de casa…
—Hay mucho sacrificio en la vida de un futbolista. Yo vivo solo en otro país, con otra cultura y lengua. Es complicado. He perdido a mis dos abuelas y mi abuelo y no he podido ir al entierro porque estaba jugando. No veo crecer a mis sobrinas, sólo por teléfono. Voy a casa seis días en Navidad y tres semanas en verano. Y luego están las críticas... Yo estoy acostumbrado, pero a veces mi madre busca en Google para traducir y se le rompe el corazón. Somos humanos.