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RAYO VALLECANO I ENTREVISTA AS

Trejo: "El Rayo tiene que volver a ser el tercer club de Madrid"

El 'Chocota' (Santiago del Estero, Argentina, 32 años) regresa al once franjirrojo tras cumplir sanción. Es fundamental en el equipo y uno de los jugadores más queridos por la afición.

Actualizado a
Trejo, durante un partido con el Rayo.
CHEMA DIAZDIARIO AS

Trejo vuelve y el Rayo recupera, así, a uno de sus pilares en La Rosaleda. Ese jugador que mece el balón o electrocuta el partido cuando es necesario. Un fijo para Iraola y un todoterreno. El argentino viste con orgullo el brazalete y trata de seguir la estela de otros grandes capitanes. Le ha tocado sofocar incendios y tiene la esperanza de que la Franja pueda resurgir, recuperando el lugar perdido. El camino hacia Primera no será fácil, pero él no se arruga. Tampoco lo ha sido el fútbol. Ni la vida. Pero el 'Chocota' ha construido, con una tremenda entrega, una carrera que espera redondear con otro ascenso. Para ello cuenta con la mejor brújula: su familia.

—¿Cómo está viendo al Rayo?

—Bien, a pesar de los últimos resultados. El equipo demostró en Cartagena que no da un encuentro por perdido y sabemos que estos meses de competición son los más importantes. Nos jugamos mucho. Debemos ir partido a partido porque pensar a largo plazo te hace irte para abajo.

—¿El Rayo puede aspirar al ascenso directo?

—El año pasado hicimos un campeonato bastante irregular, con muchos empates y no nos alcanzó para el playoff. Esta vez es diferente, tenemos altibajos, pero casi desde el principio hemos ocupado esos puestos. Eso también nos hace cuidar y valorar dónde estamos. Ante el Espanyol nos dio un subidón a todos, aunque los posteriores resultados nos ubicaron de nuevo en la realidad. Hay que mantenerse en playoff y aspirar a más.

—Esta temporada el ascenso estará caro…

—De todos los años que he estado aquí es de los que veo más difícil subir. Ojalá sea así, tendría mucho mérito por la calidad de los rivales. Me gusta bastante el Almería por cómo nos planteó el partido cuando vino a Vallecas. Todos saben cómo jugamos, pero ellos priorizaron su estilo.

—Usted está pletórico, ¿cómo lleva eso de la segunda juventud de Trejo?

(Risas) Cuando llegué a España con 18 años coincidí con bastantes veteranos que me decían: 'Lo que daríamos por tener tu edad'. Yo les preguntaba por qué, si estaban bien, pero me respondían: 'Te juzgan por una pelota que das mal y no es lo mismo tener 20 que 33'. La gente se guía más por las cifras que por las sensaciones. Es verdad que el fútbol ha cambiado en la última década. Hay amigos míos en Primera jugando con 38-39 años y tienen mérito porque hoy en día debuta gente muy joven. Cuando yo vine a España costaba mucho.

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—Es el sexto jugador de Europa que más faltas recibe…

 —También pegamos bastante (risas). Me dicen los rivales: ‘¡Como estás dando patadas!’. Bueno, es la edad, la situación… todo. Uno se adapta a la posición que sea y eso te hace crecer porque intentas hacerlo bien.

—Rinde bien de mediocentro, mediapunta, falso nueve…

—Aquí me siento como en Santiago del Estero, cuando voy a los entrenamientos saludo al utilero, al masajista, a la chica de la limpieza… Me debo al Rayo y tengo que dar el máximo, me salga bien o mal. Me han pegado bastantes palos dando el máximo porque no estaba bien. Aun así, yo me exigía. Incluso en esos momentos volvía a casa tranquilo puesto que me vaciaba, lo daba todo. Es un club que quiero muchísimo.

—¿Qué significa ser capitán del Rayo?

—Es especial. He tenido compañeros que han llevado el brazalete de una manera increíble: Amaya, Trashorras, el Chori… ¡Alberto! Es un tipo que está 24 horas, todos los días, pensando en qué puede mejorar el club. Está pasando una situación en la que pocos tienen el valor de hacer lo que él hace: dar la cara, compartir momentos con nosotros... Son gestos que le engrandecen. Ha dejado el listón muy alto porque se ocupa mucho de las personas y ojalá pueda hacer la mitad de lo que él ha hecho.

—Los capitanes han tenido que afrontar situaciones difíciles, desde el ERTE hasta el comunicado.

—Estamos en una situación en la que tenemos que levantar la cabeza y pelear por quienes están al lado: los trabajadores, el femenino, la cantera… Creo que lo estamos haciendo bien. Siempre hemos dicho que esto no es lo mejor porque desgasta estar todas las semanas luchando, tratando de llegar a algo… El club debe estar preparado y bien para que nosotros podamos ocuparnos de jugar y conseguir el ascenso que se merece. Por eso hemos tenido reuniones y quedado en que las cosas iban a mejorar.

—¿Y han percibido mejoras?

—Sí, pero no queremos que sea este mes y dos no. Pedimos un proceso que dure hasta junio y dé tranquilidad a la gente, para que pueda trabajar por conseguir sus respectivos objetivos. Esperamos que no haya ningún inconveniente más de aquí a final de temporada.

—Usted ya ha vivido situaciones convulsas en el Rayo. Formó parte de aquel ascenso rodeado de impagos (10-11)…

 —Pasé aquello al lado de Movilla, Aganzo, Cobeño, Míchel, Coke… Aprendí cómo funcionaba el club, cómo lo manejaban ellos… Cuando regresé hace cuatro años me sorprendió encontrarlo igual y se lo dije. Debemos volver a ser el tercer club de Madrid y no el quinto, como ahora.

—¿Sigue guardando el vídeo de su gol al Xerez? ¿Sueña con otro ascenso?

—Lo sigo mirando (risas). También por lo que significa, ver a la gente entrar, tu familia llorando, las llamadas desde Argentina, tus hijos diciéndote: ‘Papi, qué bien, ahora sí que vamos a tener vacaciones e ir para allá’. No sé explicarlo. Conseguir algo así en el lugar donde mejor he estado, triplica todo lo imaginable. En el último ascenso mis papás no pudieron viajar por temas de salud, pero estuvieron un amigo de toda la vida y mi sobrino. Ahora hablamos de que si nos metemos en playoff volverían para darnos suerte. Ojalá.

—¿Cómo es jugar en Vallecas en tiempos de COVID?

—Bastante frío. No es por faltar a otras canchas, pero muchos rivales que vienen a Vallecas nos dicen que es una suerte para ellos que no haya público. Las gradas llenas nos daban ese aliento, ese empujón, para ganar partidos. Sin la gente, no somos nada. Ellos hacen que el club sea reconocido en todos lados.

—Vallecas ha dado una lección en la pandemia...

—Es lo que me llama la atención del Rayo. A pesar de cómo tratan a la gente, que ésta siga respondiendo y respaldando al club es admirable. Debemos estar agradecidos y tienen que escucharlos. Ellos son la masa social, quienes empujan, los que nos hacen ascender… No podíamos faltar a la ocasión y a lo que han organizado para que sepan que estamos con ellos.

—También se volcó con su Santiago del Estero natal a través de su Fundación, ¿cómo nace?

—Me costaba mucho ir a entrenar por el tema económico, no llegábamos a la cuota mensual y para moverme tenía que ir en bicicleta o pedirle dinero a mis papás. Entonces, les dije que si me iba a jugar a Buenos Aires y ganaba plata, eso que yo estaba pasando no lo iba a pasar ningún chico más del barrio porque crearíamos una Fundación entre todos. Yo tenía el colegio a diez cuadras y el club a un poco más. Mi día a día era ir al cole y ayudar a mi mamá, en ese momento mi familia tenía un negocio. El sábado jugaba al fútbol y el domingo, al basket como mis hermanas. El domingo era un día especial, lo sigue siendo, pasamos el día juntos, en familia. Lo jodido es cuando jugamos (risas), así que al siguiente hay que compensar.

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—¿Quién era su ídolo de niño?

—¡Tévez! Le veíamos como un superhéroe y queríamos seguir sus pasos. Me saltaba algunos entrenamientos y días de cole para verlo entrenar. A los 15 años, fui con mi papá a un evento de Nike y Tévez era el invitado especial. Yo no lo sabía. Mi padre se acercó a decirle: ‘Mi hijo es santiagueño, sé que te gusta la ciudad y su música… Sólo te pedimos una foto a cambio de una empanada’. Vino, se sacó la foto y a los veinte minutos trajo una camiseta y me la firmó. Fue uno de los mejores días de mi vida.

—Echando la vista atrás está Boca. ¿Se le quedó alguna espinita?

—A veces digo que sí, pero soy consciente de que todo lo que he vivido es consecuencia de las decisiones que tomé. Si lo hice fue por algo. Gracias a eso pasé por Mallorca, Elche, Vallecas, Gijón, Toulouse… y tengo la familia que tengo. Eso pesa más que lo futbolístico.

—¿Dónde se ve el día de mañana?

—Me gustaría pasar un año con mi familia cerca, poder tenerla en el día a día, ya sea acá o en Argentina. Ojalá, en el Rayo. Siempre que iba a casa me decían que el fútbol les había dado mucha alegría y también mucha tristeza. Me he perdido cumpleaños, Navidades... Los futbolistas somos unos privilegiados, aunque si tengo que poner un ‘pero’ es ese.

—Sus hijos, ¿son rayistas?

—¡Están locos con el Rayo! Miran los goleadores en el ipad y me insisten en que sólo llevo un gol. Mi hijo Lucca hace muchos en la escuela y me dice que no le voy a alcanzar (risas). Con mi hija mayor, Mia, de 8 años, hablo mucho. Le explico que yo con 12 dejé de ver a mis papás. '¿Pero dónde te fuiste?', me pregunta. 'A Buenos Aires'. Y eso está a más de mil kilómetros y 14 horas en bus. Y me vuelve a preguntar si no lloraba.... 'Al principio sí'. Si ellos deciden algo el día de mañana lo harán mucho más maduros, formados y mejor asesorados.